Las Cajas han muerto

            Qué pena de Caja de Ronda, liquidada por Braulio Medel, para construir “la mayor entidad financiera de Andalucía”. Ansia de poder. La obsesión por el tamaño, en Sevilla ha hecho desaparecer a Cajasol, de una parte por la megalomanía de un Presidente inepto, cerrado en la construcción de un “rasca nubes”, “icono” de la modernidad cateta, capaz de creer que doscientos metros de cemento van a modernizar una ciudad. Megalomanía de la grandeza de la modernidad, catetismo (p)soez de quienes están dispuestos a auto-convencerse que las ciudades clásicas deben sustituirse por construcciones a lo Hong Kong (kong sin king, que a tanto no llegan).
Vecinos de La Palmilla (Málaga) crean Er Banco Güeno
en una sede de Unicaja.
Catetismo de las desautorizadas autoridades autonómicas andaluzas, empeñadas en su obsesión por el tamaño, empeñadas (y nunca mejor dicho) en la reducción a una de todas las cajas andaluzas, para tener más cerca la caja (de sus ambiciosos dedos). Y, cuando se ha frustrado el premio a sus incondicionales, castigan a las “cajas rebeldes” a su imposición. Catetismo de quienes todavía se fuerzan a creer que las cajas mayores prestan mejores servicios, y no piensan que las creadoras de mejores servicios son las que más crecen. O sea: justo al revés. Como ejemplo, baste el recuerdo de El Monte, que ascendió, por trabajo, imaginación e iniciativa, al segundo desde el décimo puesto en Andalucía.

La inestimable ayuda de la Junta de Andalucía, en su castigo a las cajas rebeldes (a ser absorbidas), ha sido providencial para que la mayor caja de España (que hace  tiempo no es una caja) se haya quedado con casi la mitad de los ahorros andaluces que, sumados a los que ya controlaban, suponen más de la mitad del total. “Ahora somos más grandes”, frase socorrida de tantos inútiles como creen en el tamaño por encima del servicio. Ahora los impuestos generados por más de la mitad de los ahorros andaluces, se ingresan en Barcelona, aunque se cobran en Andalucía. Gracias a la desmedida ambición de Braulio Medel, en su afán por controlar todo el ahorro andaluz, y a la inestimable (no importa repetirlo) ayuda de la Junta de Andalucía. Al final, el premio a “Mandatela” muy enclenque frente a lo esperado, ha quedado en “consolación”, aunque el sueldo continúe siendo bastante consolador.
También se mantiene el premio a Medel; se lo mantiene él, con una utilización forzada de la Ley: primero dejó sin Caja a Jaén (sin Obra Social y Cultural ya la había dejado antes), para mantenerse en la Presidencia; entregó Cajasur al capital vasco, por exigir unas condiciones de imposible cumplimiento por humillantes. Ahora espera que el FROB recupere banco CEISS para comprarla, pese a la clara probabilidad de ser superado por alguna entidad más fuerte (no ignora el interés de La Caixa, Santander y Sabadell por la extensa red de oficinas, una vez saneada).  La absorción previa la ponía en sus manos, pues Unicaja hubiera mantenido el 95% de Unicaja-Banco, frente al 5% de Caja España-Duero, y el FROB habría aportado igual, sin nacionalizarla. Pero si pedía los seiscientos cuatro millones necesarios, D. Braulio habría tenido que bajarse el sueldo por debajo de los 500.000 euros, desde los casi 800.000 actuales.
La Caja de Ahorros de Ronda era una entidad social y mantenía el servicio que está liquidando Medel, como ya liquidó la propia Caja. Por ejemplo, expropiando a cuatro ancianas para cerrar una Residencia, no importa que se queden en la calle. Lo único importante es la rentabilidad. Supuesta rentabilidad, pues hay una rentabilidad social que no saben valorar. Para eso se crearon las cajas, para realizar una labor social y atender su área natural de influencia, como ha recordado la Unión Europea a las saneadas con nuestro dinero, pero de las que no recogeremos ningún beneficio.
Caja de Ronda cumplía la labor social que otorgaba personalidad a las cajas y era causa y motivo de su existencia. Pero las han convertido en bancos. Lo estaban esperando los bancos de siempre, para comprarlas. Ha sido la salida para liberarse del control político y para eludir (algunas, muy pocas) el mordisco planeado por los grandes bancos. Y los bancos, los de siempre y los nuevos, creados por las cajas, han acabado con las cajas. De casi ciento cincuenta, queda media docena. Y ya no son cajas. Se ha perdido el apego al territorio, se ha perdido el sentido social que las animaba. Ello permite a Unicaja cerrar residencias que mantenía Caja de Ronda, y desamparar a impedidos.
            O a la primera Caja de España, que hace muchos años abandonó el sentido social de su existencia, utilizar la leonina ley hipotecaria vigente, para echar de su casa a una mujer con dos hijos pequeños y, tras arduas negociaciones del 15M y de la Junta de Andalucía, acceder a esperar dos meses, dos, pero sólo si la mujer, que percibe cien euros al mes, abona, como mínimo, dos mensualidades. Sin embargo, como para fomentar el disimulo, esos nuevos bancos en que han convertido las cajas de ahorros, deben mantener una “Obra Social”, especialistas en ficción después del invento, aprovechan esa obligación legal, a la que doblegan y disfrazan, para hacerse publicidad, a veces subliminal, a veces descarada, con cargo a la Obra Social que, en consecuencia, ni es obra ni social.
            Son algunos ejemplos. Por desgracia, ni los únicos ni mayoría.
            Admítase que los negocios se monten para obtener beneficios. Pero las cajas de ahorros no eran negocios; por algo ni tienen Consejo de Administración ni repartían beneficios, aunque se hayan buscado subterfugios ¿legales? para privatizarlas. Ya han desaparecido, son bancos; pero aún así, el mínimo decoro, el mínimo nivel de consciente conciencia, debería aconsejarles mesura y algo de paciencia, porque su misión, la que asumieron cuando fueron creadas, las comprometía a mantener una misión social, no sólo una “Obra” Social, que los actuales consejos de administración limitan a alguna que otra exposición, con fines publicitarios, como cualquier calendario o cartel.
Paciencia deberían mostrar con algunos de sus “deudores”, que para eso ellos son deudores de miles de personas. No tanta paciencia como hace falta con ellos y sus cobros por comisiones, gastos y etcéteras sin fin. Construir un bloque de viviendas puede ser una “obra  social”. Puede serlo, en la medida en que el alquiler y el bloque, no se queden sólo en supernegocio encubierto por la suma de alquileres, subvenciones, ayudas y ahorros en impuestos. Exigir a una mujer con unos ingresos únicos, comprobados, de cien euros mensuales, el pago de al menos dos mensualidades para aplazar su expulsión, no pasa de burdo y soez abuso usurero-especulativo. Y camelo indecoroso, en tanto impone una condición de imposible cumplimiento. Algo así como prevaricar, aunque legalmente no se prevarique.
            La absorción de Cajasol, hecha para ampliar el radio de acción de la absorbente, para ampliar y “mejorar” sus posibilidades de dejar gente en la calle, para llevarse más, para invertir más en su ciudad de origen y menos en el lugar de recaudación, plantea serias dudas sobre su legalidad que la Fiscalía debería investigar de oficio. Porque se hizo una fusión entre dos bancos, cada uno de los cuales tenía como accionistas a unas cajas. Pero en ningún lugar se firmó la absorción de todas las cajas por la mayor de ellas. Cada entidad tiene su personalidad jurídica, y lo hecho viene a ser algo así como si al absorber a otra empresa, la absorbente se quedara también con el patrimonio particular de cada uno de los accionistas, sin que ese punto figure en los acuerdos. La Caixa necesitaba a Banca Cívica para ahorrarse de pedir ayudas. Y los dos gobiernos, andaluz y central, bajaron la testuz, sumisos.
            Las cajas nacieron para ayudar al desarrollo de su entorno, de su área natural de influencia. Ámbito de influencia, área natural, palabras que no deberían olvidarse. Las ha recordado la Unión Europa, obligando a las cajas “salvadas” a ceñirse a esos espacios geográficos. Las cajas son entidades benéficas, que captan de sus impositores para poder llevar a cabo una labor social; para ayudar a capitalizar el entorno. Sin embargo, a la mayor caja de ahorros de España se le alaba “porque siempre funcionó como un banco”. Amplio criterio, más que amplio cómodo cajón de sastre, incapaz de explicar por sí sólo el espectacular crecimiento. Mejor sería tener en cuenta las condiciones socio económicas de la zona (Cataluña y Baleares) dónde se produjo la primera expansión; la más importante. Una vez conseguido un determinado tamaño, es más fácil mantener el crecimiento, porque el mismo porcentaje en distintas cantidades, también supone cifras muy dispares. Se puede decir de otra forma: a mayor cifra de negocio, mayor cantidad supondrá el mismo porcentaje de beneficio.
            Se puede funcionar “como un banco”, en varios sentidos, diversos y hasta opuestos entre sí. Una caja puede “funcionar como un banco” en la búsqueda de beneficio; o en lo organizativo. O puede parecerse a un banco en el desprecio a la ética, con lo cual estará dejando de lado su principal objeto social, como han hecho muchas y han contagiado a la mayoría. Habría que saber a qué se refieren, quienes elogian a La Caixapor haber funcionado como un banco desde el principio”. En el extremo opuesto se hallaba la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Ronda, que sólo perdió su carácter benéfico-social, tras el ascenso de Braulio Medel a la Presidencia. Y, sin embargo, desde una población de poco más de veinte mil habitantes, se había hecho la mayor de Andalucía, una de las mayores de España. No la mayor de España, pero es lógico que la mayor de las mayores estuviera radicada en la comunidad de nivel económico más alto. No es lo mismo la capacidad de ahorros del campesino andaluz, que la del acomodado obrero industrial, o el comerciante catalán, pero si se comparan las situaciones económicas de una y otra Comunidad, posiblemente la Caja de Ronda haya experimentado proporcionalmente un mayor crecimiento que la Caja de Pensiones y de Ahorros de Cataluña y Baleares (La Caixa), hoy Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona y Gerona.
            La Caja perdió su carácter social y Ronda perdió su Caja. Ni el testamento de la Marquesa de Moctezuma, que especificaba bien claro como debería hacerse cualquier posible fusión, pudo evitarlo, porque no se respetaron las cláusulas fundacionales, ni por el Presidente de la Caja, ni por la Autoridad económica, ni por la Junta de Andalucía, más interesados en ostentar una entidad grande para la ciudad de Málaga, que en cumplir estatutos capaces de abortar su megalomanía.
            El sistema partió de asturianos y vascos, para posibilitar la absorción de Caja Castilla la Mancha por la de Asturias, o de Cajasur por La BBK. De ahí se amplió al resto, hasta terminar en una serie de agrupaciones de las que, hasta ahora, sólo ha quedado fuera IberCaja (Caja de Ahorros de Aragón, Zaragoza y Rioja). Las cajas de distintas comunidades, imposibilitadas para la fusión directa, adoptaron la figura: varias de ellas crean un Banco, del que todas son propietarias en distintos porcentajes. Las cajas siguen funcionando con su nombre y personalidad, cada una en su territorio, pero unifican su negocio a través del correspondiente banco que las agrupa, pero no las unifica. Casualmente, Unicaja (resultado del “desguace” de Caja de Ronda) y La Caixa, son las únicas cajas que han creado su propio banco, en solitario. Y, si se mantenían solas ¿para qué crearon el banco?
Se bancarizaban las cajas, esto es, se creaban bancos en los que agrupar cajas de ahorros, para suplir las imposibles fusiones entre entidades de distintas comunidades (por lo que resulta más difícil comprender la existencia de Caixa Bank o de Unicaja Banco), y para saltarse el control político de los partidos dominantes… pero han servido, también, para cumplir el sueño de los bancos: comprar cajas (como pudo hacer el BBVA con las de Manlleu, Sabadell y Tarrasa, o el de Sabadell con las de Manresa y Mediterráneo); y para aumentar su patrimonio con el dinero que la gente había depositado en entidades de carácter benéfico-social. Y especialmente reventar el modelo, prostituir el objeto fundamental de unas entidades de ahorros, cuyo objetivo fundacional no era el beneficio por encima del servicio. Por algo ni siquiera repartían dividendo.
            Ahora sí. Y, tras el “invento” de los bancos de cajas, o, más exactamente, de las cajas bancarizadas, el disimulo desvergonzado: para cumplir con el deber legal, se mantienen las “obras sociales”, entidades casi autónomas creadas con anterioridad por cada una de ellas; especie de fundaciones dotadas económicamente por la matriz. Debería hacerse una auditoría exhaustiva, para averiguar qué porcentaje del destinado a “obra benéfica”, es consumido en publicidad, ya sea directa y descaradamente, o por medio de subterfugios pseudo-culturales, como exposiciones itinerantes y otros recursos puestos en marcha por la mayor, “la-que-funciona-como-un-banco” posteriormente adoptados por otras.
            En esto han quedado las entidades benéfico-sociales que eran las cajas, desaparecidas en servil pleitesía a las exigencias de los grandes grupos bancarios y de Alemania, dónde hay más de cuatrocientas: aquí está el agravio. Parte del agravio. Pero, con o sin Merkel, con o sin sus lacayos Zapatero y Rajoy, las cajas de ahorros son necesarias. A quienes buscan controlar el dinero de todos, les estorban las cajas de ahorros. Y las han eliminado. Pero la mayoría necesitamos las cajas, necesitamos entidades que no tengan como único objetivo el beneficio, a costa de lo que sea; que no disminuyan el valor del dinero captado en lugar de actualizarlo; entidades dialogantes, apegadas a su territorio; entidades que no detraigan de un lugar para enriquecer otro, capaces de invertir el ahorro en el mismo espacio físico dónde lo captan. Por lo tanto, habrá que volver a inventarlas porque son necesarias.

Las han matado, ya sólo quedan bancos. Pues tendrán que reaparecer. En no demasiado tiempo veremos nuevas cajas de ahorros, que esperemos sepan blindarse contra el control de los políticos y los embates de la gran banca. Hace falta un esfuerzo, volver al sentido práctico de que el ahorro de todos juntos puede beneficiar a todos por igual y utilizarlo para el beneficio común y no sólo para el de la élite recaudadora. Hay que volver a fundar Cajas de Ahorros, aunque esta vez, con la experiencia (la mala experiencia) vivida, deben ser entidades blindadas contra el poder de los políticos y, sobre todo, el de la gran banca depredadora, que intentará eliminarlas de nuevo para aumentar su particular beneficio.

Rafael Sanmartín, escritor y periodista (8/Noviembre/2013)