Mientras haya una persona presa por sus
ideas, estamos todos en "libertad provisional”, sentenció el notario García
Trevijano, cuando Rosa Díez militaba en el partido que quiso desprestigiarle,
aprovechando que Guinea Ecuatorial era materia reservada lo que le
imposibilitaba la defensa.
Posiblemente no fuera responsable directa,
sino sólo (y nada menos que) pasiva participante de la jugada. Pero de
experiencias anteriores algo queda. Y la creadora de UPyD ha puesto la
diversidad en libertad bajo fianza. “Diversidad, sí, pero cuando la unidad (de
España) esté asegurada”, estampó la señora al rostro de la audiencia. Recuerda
demasiado tangiblemente aquella política de su anterior militancia,
cuando -al referirse a Andalucía- discutía el derecho andaluz a la autonomía con un impreciso “primero la democracia”, como si el primer concepto fuera contrapuesto o enemigo, en vez de parte del segundo. Una parte indisoluble: la democracia, si es democracia, no puede excluir pueblos. Excluir pueblos es una de las formas más sofisticadas e hipócritas de racismo.
cuando -al referirse a Andalucía- discutía el derecho andaluz a la autonomía con un impreciso “primero la democracia”, como si el primer concepto fuera contrapuesto o enemigo, en vez de parte del segundo. Una parte indisoluble: la democracia, si es democracia, no puede excluir pueblos. Excluir pueblos es una de las formas más sofisticadas e hipócritas de racismo.
La presidenta de UPyD ignoró la
posibilidad de elaborar un proyecto industrial para Andalucía, de devolver
a los andaluces el rendimiento de su trabajo, ahora invertido en bancos y
empresas en beneficio de otras comunidades; se negó a entrar en una situación
socioeconómica culpable de la tercera parte del paro total de España. Quiso
ignorar que la unidad es política, mientras la diversidad es cultural y
económica. La cultura no enfrenta, salvo cuando el ente “superior”, se apropia
la de una parte, con el insano objeto de detentar valores ajenos y
despersonalizar a los creadores de esos valores. Pero la economía sí, y es
discriminatoria mientras se mantenga. ¿Qué diversidad defienden quienes, como
Rosa Díez, vienen a Andalucía a hablar de Cataluña, a pedirnos el rechazo al
imposible proyecto catalanista, pero huyen hablar de Andalucía?
A los andaluces nos interesa un proyecto
propio antes que uno contra cualquier Comunidad. Cada vez parece menos claro
que una hipotética independencia catalana pueda perjudicarnos más de cuanto ya
estamos. ¿Por qué, para qué venir a pedirnos nuestra oposición a algo que puede
quebrantar el nacionalismo español, como ideología? Reconózcase antes cuanto
puede beneficiar a una Comunidad como la nuestra, disminuir su dependencia;
cuanto podría beneficiarnos que los impuestos del consumo de los andaluces se
inviertan en Andalucía y hagan disminuir el paro. Toda decisión responsable
requiere una buena información, pero en este caso se nos vende fraseología,
sentimentalismo nacional-españolista para ponernos contra una posible y menos
que probable decisión de otra Comunidad.
Unos buscan más ingresos abanderando una
indeseada independencia, pues demasiado bien conocen las negativas
consecuencias de su práctica. Tras la cortina de humo, los otros desearían
aglutinar a las antiguas “regiones”, en tan añorado centralismo francófono. Se
debería informar plena y honradamente, antes de pedirnos un posicionamiento en
algo ajeno, cuya impensable realización, más que perjudicar, a los andaluces
podría beneficiarnos.
Rafael Sanmartín, periodista. 17 de Febrero de 2014