Uno de los tantos
frutos que dio el citado Concilio fue el I Congreso Islamo-Cristiano que en
1974 tuvo lugar en Córdoba y que tenía como piedra angular el decreto conciliar
sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas: "La
Iglesia mira con aprecio a los musulmanes, cuya creencia tiene puntos de contacto
con la tradición hebreo-cristiana, y exhorta a todos a olvidar las enemistades
pasadas y a promover la justicia y la paz".
El catedrático Mikel
de Espalza (1974) escribió un artículo sobre dicho Congreso en la revista
católica Concilium , nº 116, que decía: "Un congreso puede ser
también un lugar teológico en que se manifiesta el Espíritu (-) nuevas
situaciones humanas conducen a los musulmanes y a los cristianos a
redescubrirse mutuamente en un mundo en que la luz de la fe permite ver un cuadro
de sombras y de luces, muy diferente de las situaciones del pasado". La
prensa internacional subrayó sobre todo el hecho de que, por primera vez, desde
1236, la antigua mezquita convertida en catedral se abrió públicamente al culto
musulmán, el viernes 14 de septiembre de 1974, mientras que al día siguiente
les tocaba a los musulmanes asistir en la catedral a la misa solemne celebrada
por el cardenal Duval, arzobispo de Argel, y concelebrada por el obispo de
Córdoba, José María Cirarda Lachiondo. Pocos sitios en el mundo podían
simbolizar de manera tan concreta los cambios de una historia islamo-cristiana.
El Congreso propició un conocimiento mutuo más profundo y una estima más
motivada. Para ello se aconsejaba suprimir las imágenes que inducen a la
agresividad mutua, al mismo tiempo que invitaba a los cristianos a tener el
mismo respeto a Mahoma que los musulmanes tienen a Jesús.
El diario Abc ,
en su edición del miércoles 11 de septiembre de 1974, pág. 37, se hizo eco de
aquel Congreso a nivel nacional, destacando la celebración de la oración del
viernes (salat) en la mezquita de Córdoba, con la autorización del obispo de la
diócesis, monseñor Cirarda. También mencionaba la bienvenida que el alcalde
Antonio Alarcón dispensó a los congresistas que, según el periódico, resumió
con palabras emocionadas la historia de la civilización islamo-cristiana
"que hizo convivir sustancial y creadoramente en Córdoba a gentes de tres
religiones y a personalidades de talla universal". En esa misma notica se
recogían también las palabras del presidente de la Asociación Islamo-Cristiana,
Salvador Gómez Nogales: "Si hubiese que imponer una consigna para el
Congreso, yo escogería como lema integración en la diferenciación o unidad en
la pluralidad. Es una dialéctica difícil de conseguir, pero no imposible".
En aquellos mismos
días, Rafael Gambra, de ideología carlista tradicionalista y valedor de
monseñor Lefebvre, escribió un artículo en la revista Fuerza Nueva ,
titulado: De Cuenca a Córdoba, dos congresos antagónicos . Decía
"que el ya inminente mes de septiembre (1974) nos va a traer dos congresos
de signo y espíritu tan opuestos que bien podrían simbolizar la lucha de la luz
y las tinieblas (-) Me refiero a la Reunión Sacerdotal de Cuenca (protagonizada
por la hermandad de sacerdotes que permanecen fieles a cuanto representó su
ordenación) y el Congreso Islamo-Cristiano de Córdoba".
El primero se
celebró con la bendición de monseñor Guerra Campos, obispo de Cuenca,
procurador en las cortes franquistas y colaborador de la revista Fuerza
Nueva , y el segundo, con la de monseñor Cirarda Lachiondo, obispo de
Córdoba y único obispo español que participó en las tres sesiones plenarias del
Concilio Vaticano II. Gambra tachaba de "farsas ecumenistas debido a que
en la Iglesia posconciliar ha prevalecido la herejía (-) Su nombre actual es
progresismo". Comparaba al obispo Cirarda con el arzobispo de Sevilla don
Oppas, "que abrió las puertas de España a los moros".
Un año antes del
Congreso Islamo-Cristiano, en abril de 1973, el Icomos (Comité de Monumentos y
Sitios de la Unesco) celebró en nuestra ciudad un encuentro internacional en el
que se trató la conservación de los monumentos pertenecientes a diferentes
culturas, al que se denominó la Resolución de Córdoba. Don Manuel Nieto
Cumplido, canónigo archivero de la catedral de Córdoba, recoge en su libro
titulado La Mezquita-Catedral de Córdoba y el ICOMOS , publicado por
el Ayuntamiento de Córdoba en 1976, de una manera magistral la síntesis del
mismo: "Gracias a un admirable logro formal, que hace de ella una obra
maestra universalmente admirada la Mezquita-Catedral de Córdoba, en la que se
contiene de forma excepcional la expresión del encuentro y superposición de la
Cristiandad y del Islam, responde tan perfectamente a las características del
monumento perteneciente a distintas culturas, que la misma debe ser considerada
como uno de los ejemplos internacionales más significativos y como parte
integrante del patrimonio cultural de la Humanidad. Su más escrupuloso estudio,
su buena conservación, su revalorización cobran, pues, una importancia a escala
universal". Sería precisamente este magnífico argumento uno en los que se
basó la Unesco en 1984 para declarar a la Mezquita de Córdoba patrimonio
mundial de la humanidad. La Mezquita-Catedral de Córdoba es a nivel mundial un
símbolo de conciliación entre las diferentes culturas y religiones. La misma
Conferencia Episcopal Española elegiría al entonces obispo de Córdoba, Infantes
Florido, presidente de la Comisión de Relaciones Interconfesionales, por su
apuesta por el ecumenismo y por ser el obispo de la ciudad de la Mezquita.
A partir de finales
de los años 90 del pasado siglo ha habido un antes y un después en el proceder
de la jerarquía católica. Los últimos obispos han realizado un esfuerzo extraordinario
en apropiarse del monumento (durante siete siglos han sido usuarios del
monumento sin pretender ser propietarios), en distorsionar la historia del
monumento, minusvalorando su pasado andalusí; e incluso eliminar su nombre,
desapareciendo el nombre de Mezquita. El hecho más grave es intentar hacer ver
que todo se debe a una confrontación entre religiones. La pregunta que nos
hacemos miles de personas es por qué este abuso del Obispado con respecto al
monumento, por qué hacerse con la propiedad del monumento con argumentos que
nada tienen que ver con el Evangelio y con el Concilio Vaticano II. La
Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II dice "que
el paso de bienes a la propiedad pública (en caso de serlo) sólo puede ser
hecho por la autoridad competente de acuerdo con las exigencias del bien común.
A la autoridad pública toca, además, impedir que se abuse de la propiedad
privada en contra del bien común".
Urge que la
Administración competente se implique en la solución de este problema, que pone
en riesgo la declaración del monumento como patrimonio mundial de la humanidad.
La Mezquita-Catedral por su monumentalidad, por su historia, por su simbología
lo merece.
* Asesor de la
Cátedra Intercultural de la UCO, portavoz de la Plataforma "Mezquita-Catedral,
patrimonio de todos/as" y miembro de Comunidades Cristianas Populares de
Andalucía