Antonio Manuel Rodríguez: "Fue la falta de indignación la que
provocó esta crisis"
Profesor
de Derecho Civil en la Universidad de Córdoba.
El
experto defiende una democracia radical que apueste por el equilibrio entre los
estratos representativo y participativo y considera que actualmente
"estamos en tiempos de esperanza".
FACULTAD de Derecho, mediodía. Un sube-baja
continuo de alumnos, profesores, gente. Despacho de Antonio Manuel Rodríguez,
profesor, activista, escritor, músico, ciudadano, insurrecto.
-¿Es usted feriófilo?
-Etimológicamente, la palabra feria no proviene del latín y de las antiguas
ferias de ganado, como se cree equivocadamente, sino de la palabra en árabe farah,
que significa alegría, la misma raíz de faralaes, que es el traje de la
alegría, y de farra. En este sentido sí me gusta la Feria porque yo soy
esencialmente y potencialmente feliz. Siempre que tengo oportunidad me gusta
ir, pero no siempre la tengo.
-¿La feria que mejor define a Córdoba es
la de los discretos?
-Sí, y ahí sí es verdad que podemos hablar de feria de ganado.
Concretamente, feria de bueyes. Córdoba es una ciudad que ha acabado cegada por
sí misma y la mayoría de la población se mueve entre ser bueyes o ser lobos: o
son los discretos de Pío Baroja o los revolucionarios de Díaz del Moral.
Prácticamente no hay término medio.
-¿Qué es lo que más falta le hace a
Córdoba?
-Saber mejor quién es, no tener miedo de mirarse al espejo, reconocerse en
él, recuperar completamente su memoria. Si la historia de la península se
pudiera dibujar con un compás, la aguja estuvo clavada en Córdoba mil años.
Córdoba ha sido el ombligo de la península y del universo durante mucho tiempo
y ahora es solamente el ombligo. Debería mirarse a sí misma y ser consciente de
la enorme luz que desprende, de su capacidad para ser faro. Si fuera consciente
de ello, yo creo que no estaría delimitada por la sierra sino que tendría
salida por las estrellas.
-¿Y qué le sobra?
-Desdén.
-¿Se invoca aquí muchas veces la
Historia con un enfoque meramente cosmético, sin conocimiento real?
-Cosmético por falso. La cosmética sirve para encubrir la realidad y
Córdoba es un palimpsesto en el que la capa última es completamente falsa. Se
busca el pasado cosméticamente y con nostalgia, que es una palabra que no me
gusta: etimológicamente proviene del griego, de algos, que es dolor, y nostos,
que es regreso. El que siente nostalgia es aquel al que le duele regresar, y a
Córdoba debería pasarle lo contrario.
-¿Es una ciudad ensimismada?
-Es su defecto y su virtud al mismo tiempo. Es una ciudad congelada en la
que el desdén y la desconfianza forman parte de su idiosincrasia, y el hecho de
que no haya tenido un crecimiento desmesurado la mantiene como en formol… El
defecto a veces se convierte en una virtud.
-Lo cual nos da que es una ciudad
paradójica o contradictoria...
-Pero no ha sido siempre así. Hay un antes y un después de la conquista.
Hasta ella no puede ser una ciudad contradictoria la que fue la segunda de todo
el imperio romano, capital de la Bética y luego capital de Al-Ándalus. Es
metafísicamente imposible. Es contradictoria cuando se le obliga a olvidar y se
convierte en una ciudad colonizada. Y lo sigue siendo.
-¿Eso tiene reparación?
-La única reparación es la reconstrucción de la memoria, que no es la
Historia. La Historia y la memoria deben ser como hermanas siamesas, deben
complementarse: la Historia es como una mirada fósil del pasado y la memoria es
lo que del pasado se mantiene en el presente.
-Usted está muy en contacto con los
jóvenes. ¿Cómo los ve?
-Los jóvenes están hechos esencialmente de futuro, el problema es que el
futuro que ven a fecha de hoy es el paro o el exilio. Y es muy difícil
estimular a un estudiante de universidad que pertenece a la elite de la
sociedad andaluza y española cuando la perspectiva que ve es la acabar
vendiendo hamburguesas en Londres.
-Incluso hamburguesas de caballo, a lo
peor.
-Sí. O no acabar vendiendo nada, no encontrar empleo. En Andalucía hay un
40% de paro y un 60% juvenil. Pero como son jóvenes, les basta encender un poco
la llama para que todo eso se vuelva como un calcetín. La distancia que hay
entre la realidad y el deseo en un joven es infinitamente menor.
-¿Ese deseo no se apaga cuando ven o
escuchan a Gallardón?
-Se les apaga en general con la clase política. Se ha abierto una enorme
brecha entre la ciudadanía y la política, tan grande que lo que está ocurriendo
es que la ciudadanía está abdicando de su condición ciudadana. Por eso tiene
tanto valor una iniciativa como la creación del Laboratorio de Desahucios, que
hemos llevado a cabo aquí en la facultad: que los jóvenes se crean ciudadanos.
Yo les digo muchas veces que ciudadanía y política comparten el mismo origen
etimológico: ciudadano es el que pertenece a la civitas y político es el que
pertenece a la polis. Es la misma palabra en griego y en latín, y es misión de
todos los ciudadanos que vuelvan a ser sinónimas. Los jóvenes, en el momento en
que se les brinda la oportunidad de ser ciudadanos, son los primeros que
levantan la bandera.
-¿La clase política ha conseguido
desactivar ese sentimiento de ciudadanía, ese impulso de implicación?
-Si hay que repartir la culpa, una enorme parte se la lleva la clase
política, pero también es culpable la ciudadanía en general, que ha delegado
los asuntos públicos en los políticos, ha olvidado su condición ciudadana.
Afortunadamente, creo que estamos en tiempos de recuperación, de esperanza,
porque el ciudadano se está dando cuenta de que puede incorporarse a la vida
pública. El problema es que el político le dé la espalda, y eso es lo que está
ocurriendo. Plataformas como Stop Desahucios o los afectados por las hipotecas,
mareas verdes y blancas, están no solamente protestando sino construyendo,
que para mí es lo más importante. Los movimientos ciudadanos actuales son
conscientes de que tienen que aportar soluciones. Lo que ha hecho el
Laboratorio de Desahucios no es protestar contra una ley sino plantear
alternativas posibles, jurídicamente viables. Si esto se le ofrece al político
y éste la desprecia es cuando la brecha se concierte en insalvable.
-¿Sería preferible un gobierno de los
más sabios, los más capaces, o al menos de quienes acreditaran una
cualificación suficiente?
-Es una pregunta difícil. Si la democracia fuera la conjunción real de la
democracia participativa y la representativa, esa pregunta sobraría.
-Esta regresión del bipartidismo y esta
efervescencia de movimientos, plataformas, pequeños partidos…, ¿es un fenómeno
puntual? ¿Tiene recorrido?
-Lo del bipartidismo hay que matizarlo territorialmente. Por ejemplo, en
Cataluña no existe, hay siete partidos representados en su Parlamento, igual
que en el País Vasco. El bipartidismo es un fenómeno del resto del Estado, no
ocurre donde hay verdadera diversidad política y territorial. El problema
andaluz es que se ha somatizado con el resto del Estado. Teniendo el mismo
rango competencial que Cataluña o el País Vasco, la diversidad política se ha
reducido al mínimo. Tendrá recorrido en la medida en que se modifique las ley
electoral. Pero esto es una parte de la democracia, también está la democracia
participativa y hay que potenciarla permitiendo que las iniciativas
legislativas populares no solamente entren en el Parlamento sino que en efecto
se tengan en cuenta.
-Usted se define como un demócrata
radical. ¿Cómo definiría la democracia que tenemos?
-Es justamente lo contrario a una democracia radical. Ésta es como un gas
que lo ocupa completamente todo. No es un resultado, es una actitud. Ser
radicaldemócrata es tener presente que la inteligencia colectiva es muy
superior a la individual y que en cualquier acto que se acometa la actitud debe
ser la de tener en cuenta al otro. Es lo contrario de lo que se está haciendo
en la democracia actual. La democracia representativa no tiene en cuenta a la
participativa y dentro de las cámaras no se tienen en cuenta los unos a los
otros, se comportan permanentemente como enemigos, no están alcanzando acuerdos
ni siquiera de mínimos en los asuntos en los que la ciudadanía está demandando
urgentemente soluciones.
-Uno de sus proyectos de los últimos
años fue llevar la voz de Andalucía al Congreso como cabeza de lista del
Partido Andalucista en las últimas generales. Con la perspectiva que da el
tiempo, ¿cómo valora esta experiencia?
-Yo aprendí muchísimo. Hice lo que creía que tenía que hacer y fui
coherente con lo que siempre he sido como ciudadano. Andalucía es mi memoria
colectiva, es mi unidad política natural, y no entiendo cómo la unidad política
natural de los andaluces no tiene representación en el Congreso. El miércoles
pasado estuve en el Congreso y pude comprobar que el grupo parlamentario
catalán tiene allí una planta completa. Los andaluces pertenecen a otros grupos
estatales que levantan la mano cuando su jefe dice que la levanten. Es una
anomalía que solamente se corregirá si se recupera la democracia radical en
Andalucía, como ocurre en Cataluña o Euskadi, donde un señor de derechas puede
votar a CiU o al PP. Aquí no. Y a la izquierda le pasa igual.
-Abrir un periódico, ver un informativo
en televisión, escuchar la radio, entrar en internet… y encontrar
permanentemente a Cataluña. En portadas, titulares, análisis. ¿Por qué?
-Habría que preguntárselo a los responsables de los medios de comunicación,
porque yo tengo clarísimamente la mirada enfocada hacia Andalucía. El problema
es que no existe Andalucía como unidad intermedia. La gente aquí piensa a nivel
local y el siguiente paso es a nivel estatal. Ha olvidado que el 90% de las
competencias que le afectan son autónomas. Lo que ocurre es que estamos en una
comunidad autónoma que ha dejado de ejercer su autonomía en los últimos 30
años. Y a fuerza de no ejercerla hemos vuelto a ser dependientes. Somos la
comunidad autónoma menos autónoma. La más dependiente energéticamente,
financieramente, políticamente. Las comunidades autónomas más autónomas son las
que tienen el máximo poder y menos problemas sociales. Navarra, gobernada
por el PP, es una diputación foral, tiene un concierto fiscal con el Estado,
tiene el mismo rango jurídico que Euskadi pero no que Andalucía. En Navarra hay
un 10% de desempleo; en Andalucía se supera el 40%. La pregunta es: por qué no
hemos ejercido nuestra autonomía. Porque las que la ejercen tienen mucho más
poder y menos desempleo.
-Hace un año se daba de baja del PA,
aproximadamente un mes después de haberse afiliado. Esta circunstancia y todo
lo que la rodeó, ¿ha sido una de sus experiencias más ingratas?
-Yo creía en un proyecto nacionalista andaluz de izquierdas y ecologista, y
eso fue lo que se decidió que no prosperara. Fue ingrata porque este tipo de
política es como la madrastra de los cuentos infantiles, que desprecia a los
niños y las niñas buenas. Lo que pasa es que yo hace mucho tiempo que dejé de
creer en los cuentos.
-¿Hacia dónde va el PA?
-El PA fue un palacio, cuando era el PSA, que ha terminado convirtiéndose
en un castillo encantado donde conviven tesoros con telarañas, bellísimas
personas con fantasmas. Mientras sigan los fantasmas seguirá siendo un castillo
encantado.
-Su antigua compañera en el PA Pilar
González es ahora miembro de Izquierda Abierta. ¿Qué le parece esta iniciativa?
-Yo participé en el origen de Primavera Andaluza, pero decidí
voluntariamente apartarme de ese proyecto. Porque personalmente me ha
decepcionado mucho la política de partidos, la democracia partidista. Le deseo
la mayor suerte pero ahora mismo mi trinchera es la ciudadana.
-¿Se plantea volver en algún momento a
la trinchera política?
-Mientras las claves sigan siendo las mismas, no.
-Desde fuera se ve como un territorio
selvático, cruel. ¿Desde dentro es peor?
-Yo he tenido la inmensa fortuna de compartir este viaje con personas que
necesitaban ilusión. Y cuando la encontraron pudieron entregarse en cuerpo y
alma. El problema es que las estructuras desprecian a quienes dan ilusión
porque están formadas por gente muy mediocre. Y el principal problema de los
partidos políticos es la mediocridad. Para ascender en una estructura lo
importante no es ilusionar al de abajo sino servir al de arriba. Y hay
determinadas estructuras en las que ni siquiera los de arriba son visibles sino
que habitan en las sombras.
-¿Puede haber un sistema verdaderamente
democrático cuando los partidos políticos, que se supone que son una base
fundamental del mismo, la anulan en su interior?
-No. No habrá democracia mientras los gestores de la democracia
representativa no actúen democráticamente.
-De las herencias de la Transición, ¿qué
debe percibirse como gran acierto y qué como gran lastre?
-La Transición fue una transacción. Un acuerdo en el que se cometió el
principal error de despreciar la voluntad de muchísimos españoles que se habían
dejado la piel por la verdadera democracia. Pretendió dos cosas: salvaguardar
la monarquía y la burguesía en torno al sistema tardofranquista y aquilatar la
discriminación territorial a favor de Cataluña y Euskadi. Cuando hablo del
sistema tardofranquista también me refiero al nacionalcatolicismo. Fue en el 77
cuando Andalucía dinamitó ese proyecto y han tardado 34 años en colocarlo de
nuevo en su lugar. Por eso hoy la dialéctica en el Estado no es entre derecha e
izquierda sino entre nacionalismo central y periféricos. Y en ese discurso
Andalucía no existe, ha perdido la voz. Puede recuperarla, pero si lo hace a
través de portavoces estatales, es decir, si somos nosotros los que tenemos que
salvar el nacionalismo español, esta segunda Transición será una segunda
transacción.
-¿Qué le parece la nueva ley de
educación?
-Un engendro.
-¿Debería haber pactos de Estado sobre
cuestiones fundamentales como la educación?
-Deberían existir esos pactos de Estado aunque fuera bajo las premisas de
aquella transacción del 78. Lo que ocurre es que las ideologías también se han
estereotipado. Hace 30 años los adalides de los movimientos obreros en
Andalucía eran curas. Ahora hay una identificación errónea entre la derecha y
la Iglesia y la izquierda y el laicismo, una anomalía que no existe en el resto
de Europa. Si se curasen estos males y se desarmasen estos estereotipos sería
todo mucho más sencillo, sería más fácil acceder a los pactos de Estado. Ahora
hay un anticatalanismo estúpido en el que los andaluces nos hemos convertido en
los más españoles de España. A los andaluces de hoy habría que recordarles que
nosotros reivindicamos hace 30 años el mismo estatuto jurídico que Cataluña y
que el pueblo catalán ayudó al andaluz a conseguirlo. En Andalucía se cantaba a
Lluís Llach en catalán y en Cataluña se cantaba a Jarcha en andaluz. Para que
haya un pacto de Estado, lo primero que hay que curar es la mirada.
-¿Hasta cuándo vamos a estar indignados.
-Ojalá siempre. Fue la falta de indignación la que provocó esta crisis. El
desarme ciudadano, consentir esta delegación política y económica en entes que
no son democráticos… La indignación debe ser una actitud permanente.
-Un mensaje positivo para terminar.
-La sonrisa de mis alumnos. Les brillan los ojos cuando se saben
importantes. Este pueblo que ocupa fincas, que es algo que no hace ningún
pueblo, lo hace porque le queda la memoria de ser un pueblo grande, y cuando
eso ocurre es como si le habitara el firmamento en la mirada.