Por una Universidad Pública Andaluza al servicio del pueblo andaluz

En las últimas décadas se ha desarrollado en Andalucía un tejido universitario de gran valor, con 10 universidades públicas presentes en todas las provincias. Todo un potencial a proteger y mejorar poniéndolo realmente al servicio de la población andaluza. Desde la docencia y la investigación universitaria se deben abrir nuevos análisis sobre nuestra realidad y nuestras  necesidades, y proponer soluciones concretas a problemas específicos.
La situación actual de nuestra Andalucía es consecuencia de su pasado y de su presente. Tenemos problemas históricos por resolver, como el reparto de la tierra, el modelo agro-ganadero industrial imperante o la práctica ausencia de una industria sostenible de transformación in situ de las materias primas. El modelo económico actual basado en el turismo, la agroindustria terrateniente, y antes la construcción, contribuye a la dependencia y subordinación de nuestra tierra y su gente trabajadora. Este pasado nos hace más vulnerables ahora, teniendo especial impacto en el empleo, el acceso a la vivienda, los servicios sociales, los trabajos de cuidado, la protección del medio ambiente, etc. Esta realidad hay que analizarla desde donde está ocurriendo, Andalucía, y debe ser la prioridad para las Universidades andaluzas, convirtiéndose en un “eje estratégico”. Es necesaria y urgente una nueva mirada desde Andalucía y sus Universidades. El marco de acción de la Universidad Andaluza debe partir de la realidad social andaluza y basarse en sus fortalezas para abrir nuevos horizontes de investigación y conocimiento.
Son muchas las problemáticas actuales en Andalucía, como la necesidad de empleo de calidad al servicio de la sociedad, el reconocimiento del trabajo de cuidados, la protección del medio ambiente, una reforma agraria, la recuperación y valoración de la cultura andaluza y de nuestra identidad, el conocimiento de nuestra historia y nuestras raíces para comprender quiénes somos y hacia dónde queremos ir, el estudio de la realidad social andaluza, el reflejo psicológico de la crisis en la población andaluza, los efectos de las subvenciones europeas en el contexto local, el acceso a nuevas tecnologías, las soberanías alimentaria y tecnológica, etc. Este debe ser el marco de acción de la Universidad Pública Andaluza.
Sin duda, hay muchos y muy buenos ejemplos de cómo el alumnado, el profesorado, y el personal de administración y servicios, se moviliza y trabaja al servicio de la realidad social en la que vivimos. Pero estos casos reman, en general, contra las dinámicas principales impulsadas desde las instituciones y los gobiernos central y autonómico. Así, la mayoría de los fondos de investigación vienen enfocados a problemáticas y cuestiones generales que, a menudo, poco tienen que ver con la realidad social de Andalucía o que, incluso, juegan en su contra. En esta línea, cada vez se fomenta más la investigación unida a los intereses empresariales y multinacionales, los cuales están habitualmente en contraposición con los intereses de la mayoría de la sociedad andaluza. Además, las grandes líneas del currículum educativo vienen marcadas desde el BOE sin tener en cuenta nuestra realidad y cuando se desarrollan desde el Gobierno Andaluz ocurre más de lo mismo, reflejando la desconexión de los que nos gobiernan con nuestra realidad y sus intereses en sintonía con la clase capitalista (baste como símbolo el nombramiento por parte del Gobierno Andaluz de la Duquesa de Alba como hija predilecta de Andalucía en 2006).

Desde el SAT creemos que es clave incorporar esta mirada andaluza a la lucha contra los recortes y la austeridad, a la lucha por recuperar los derechos perdidos y a la lucha por construir una Universidad Pública para la mayoría de la sociedad, con una visión de clase trabajadora andaluza que haga de la Universidad una herramienta útil para nuestro bienestar. El papel de las Universidades Andaluzas es mostrar nuevas maneras de abordar la crisis sistémica desde y para Andalucía, en un marco basado en la cooperación y no en la competitividad, en las relaciones de igualdad y no de sumisión.