¿Es otra Europa posible?

Para las fuerzas progresistas de España, Europa siempre fue el punto de referencia en su lucha constante para alcanzar la democracia y el bienestar social. Ello ocurrió también en otros países del sur de Europa (tales como Grecia y Portugal) que vivieron largos periodos de su historia sometidos a dictaduras ultraconservadoras y que siempre soñaron convertirse en países europeos, integrándose en la comunidad de naciones, más tarde convirtiéndose en componentes de la Unión Europea. En realidad su deseo era pasar a ser miembros del núcleo central (del core, como se llama en inglés) de la UE, unidos por el uso de la misma moneda, el euro.
Este deseo de llegar a ser Europa explica la persistencia en permanecer en ella, aun cuando ello les suponga unos enormes costes tanto en su escasamente subdesarrollado Estado del Bienestar como en sus instituciones democráticas. Nunca antes durante el periodo democrático estos países habían sido sometidos a políticas tan dañinas de austeridad del gasto público (incluyendo de gasto público social) y de deterioro de sus mercados de trabajo como ahora, políticas públicas, todas ellas, que se han impuesto en cada uno de estos países sin que hubiera ningún mandato popular. Estas políticas, impuestas por los partidos gobernantes en los países miembros de la Unión Europea, no estaban en los programas electorales de estos partidos en el momento de ser elegidos para gobernar. En todos ellos, la diferencia entre lo prometido y lo realizado es casi de 180º. El caso del Gobierno Rajoy en España es un ejemplo de lo ocurrido en estos países.
Y estas políticas han sido impuestas no solo por los gobiernos de estos países, sino también y muy en especial por las instituciones gobernantes de la Unión Europea, y muy en particular por la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, con el beneplácito del Consejo Europeo. De esta manera, y como consecuencia de estos hechos, el sueño europeo se ha convertido en la pesadilla europea.
¿Por qué el sueño se convirtió en pesadilla?

En mis trabajos (ver la sección “Economía política” de mi blog www.vnavarro.org) he hablado extensamente de que el establecimiento de la UE y del euro fue hecho por fuerzas conservadoras y liberales, en plena euforia neoliberal, hegemonizado por el capital financiero alemán, que tuvo un peso decisivo en el diseño del euro y de su gobierno. Que este diseño haya tenido un impacto muy negativo en los Estados del Bienestar y en los mercados laborales no se debe a que sus diseñadores estuvieran equivocados. En realidad, fue un diseño altamente exitoso y que tenía como objetivo precisamente cargarse los Estados del Bienestar de los países miembros, y debilitar al mundo del trabajo. Y así lo dijeron en más de una ocasión. Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo, lo puso muy claro hace solo unos dos años, cuando en una entrevista al The Wall Street Journal (la voz del capital financiero estadounidense, y uno de los periódicos más reaccionarios de EEUU) reconoció que la Europa social había terminado y no era sostenible. Y durante todos estos años que ha existido el euro, los Estados del Bienestar y la calidad de vida de las clases populares han ido descendiendo. La evidencia es abrumadora de que ello es así. Y la gran pérdida de apoyo popular de la socialdemocracia en Europa se ha producido precisamente porque se la ha visto como cómplice de este proyecto. Desde Blair a Schröder, pasando por Jospin y Zapatero, todos estos gobiernos liderados por ellos han visto reducciones de los Estados del Bienestar y el deterioro de sus mercados de trabajo, como resultado de la imposición de políticas neoliberales.
¿Cuál es la respuesta hoy de la socialdemocracia?
Los partidos de la socialdemocracia, agrupados en el grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, han indicado que, en preparación de la próxima contienda electoral europea, quieren dar un giro significativo a la construcción de la Unión Europea, incluyendo la de la Eurozona, yendo hacia una Europa federal, es decir, unos Estados Unidos de Europa que recuperen las identidades sociales y democráticas europeas que las fuerzas conservadores y liberales han violado y debilitado enormemente. Su énfasis en la esfera política es un cambio estratégico importante. Aun cuando es un giro claramente oportunista, tiene el mérito de romper con el determinismo económico y financiero que predomina en los círculos financieros, económicos, políticos y mediáticos europeos, que constantemente y repetidamente atribuyen las políticas públicas responsables del deterioro social y democrático europeo a necesidades financieras y económicas (teóricamente para salvar el euro, que, por cierto, nunca estuvo en peligro de desaparecer), ocultando las causas políticas de este desastre. Es bueno, pues, que el debate se centre en la responsabilidad que la política ha tenido en el establecimiento de aquellas políticas públicas, rompiendo así con aquel nefasto eslogan de que “no hay alternativas”. La evidencia ha mostrado que sí que habían alternativas (como Juan Torres, Alberto Garzón y yo documentamos en nuestro libro Hay alternativas).
Es positivo, pues, que se denuncien los partidos políticos que están hoy dominando la gobernanza de las instituciones europeas. Y entre ellos merecen especial mención los partidos pertenecientes a la familia política conservadora (el Partido Popular Europeo), a la cual pertenecen los partidos democratacristianos de la Sra. Merkel en Alemania, del Sr. Rajoy en España y del Sr. Duran en Catalunya. Todos estos partidos comparten los mismos valores y la misma promoción de las políticas de austeridad causantes también del deterioro del mercado laboral. Estos partidos han estado gobernando con la ayuda inestimable de los partidos del Partido de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa, que constituyen la rama más dura y neoliberal de las alianzas gubernamentales con los partidos cristianodemócratas, tal como demuestra uno de ellos, Convergencia Democrática de Catalunya, CDC, dirigida por el Sr. Mas. Estos partidos liberales son los partidos correligionarios del partido liberal que gobernó en coalición con el de la Sra. Merkel durante el periodo 2009-2013.
Son estos partidos los que tienen la mayor responsabilidad en el ataque a la Europa social y sería un error de las izquierdas no denunciarlos y responsabilizarlos de la crisis actual. Los gobiernos Rajoy y Mas son responsables de la crisis actual en la Unión Europea, por mucho que continúen repitiendo que no había otra alternativa.
El problema de la limitada credibilidad de la socialdemocracia
El problema mayor de la socialdemocracia en la UE es que su denuncia de los partidos cristianodemócratas y liberales pierde credibilidad, pues fueron políticos y gobiernos socialdemócratas los que iniciaron estas políticas, acentuando también en sus políticas el mensaje de que no había alternativas, cuando en realidad sí que las había. Y ahí está el meollo del problema. La socialdemocracia está ahora haciendo propuestas de políticas públicas que fueron ignoradas y continúan siendo ignoradas cuando estos personajes y/o partidos han gobernado. No se puede olvidar que el comisario encargado de la política económica y monetaria de de la UE era un “socialista”, Pedro Solbes, que se convirtió en el máximo guardián de la ortodoxia neoliberal durante su mandato en la Comisión. E incluso hoy otro “socialista”, Joaquín Almunia, es otro de los mayores guardianes de la ortodoxia neoliberal en contra del intervencionismo del Estado, favoreciendo la privatización de lo público en la línea más dogmática del credo neoliberal. Y ningún partido socialdemócrata ha criticado a estos personajes. Hoy la Comisión Europea, aun cuando está dominada por políticos conservadores y liberales, tiene también socialdemócratas que siguen las mismas directrices, sin que se vea la más mínima distinción. En realidad, la misma observación podría aplicarse a los políticos pertenecientes a las familias verdes. La gran mayoría de partidos verdes pertenecientes al Partido Verde Europeo no han hecho nada diferente.
¿Es posible otra alternativa?
Pero supongamos que el señor Martin Schulz, candidato de la socialdemocracia europea, ganara las elecciones para ser Presidente de la Comisión Europea (lo cual, sin lugar a dudas, significaría un considerable avance sobre el liberal José Manuel Durão Barroso). Así y todo, sería más que dudoso que pudiera cambiar la Comisión, pues los miembros de este órgano son propuestos por los gobiernos de la UE, la mayoría de los cuales son de derechas.
Pero la cosa es incluso peor, pues aun suponiendo que la Comisión fuera de izquierdas, es poco lo que podría hacer, pues tiene que aplicar el Tratado de Lisboa, que es la Biblia neoliberal que marca la pauta y que no puede cambiarse. Y ahí está el meollo de la cuestión que explica mi sorpresa de que haya hoy partidos de izquierda que todavía crean que el sistema de gobierno y los tratados que rigen la UE permitirían alcanzar un sistema federal, de carácter social y democrático. Y estoy pensando cuando digo esto en los partidos a la izquierda de la socialdemocracia. Creerse, como Syriza en Grecia cree, que podemos cambiar la Unión Europea me parece una enorme ingenuidad. Es lo que en inglés se llama “wishful thinking”. Las coordenadas del poder están muy bien diseñadas. Los diseñadores de la UE y de su moneda lo hicieron pero que muy bien. Y es imposible cambiar este sistema que está desmontando la Europa social. De ahí que las izquierdas estén perdiendo mucho tiempo. Hoy, la situación es intolerable. Las agencias más creíbles pronostican que España no habrá eliminado el desempleo creado tras el estallido de la crisis hasta dentro de veinte años (repito, veinte años). Continuar las políticas actuales es un suicidio para las clases populares.
Las izquierdas deberían plantearse salirse del euro, como medida de presión para cambiar las políticas de austeridad, y salirse del euro en caso de que estas políticas continuaran haciéndose. El que no lo hagan es porque todavía están estancadas en aquella imagen de la Europa social y democrática que siempre soñaron (pero que hoy está desapareciendo muy rápidamente). Así de claro.


Vicenç Navarro, revista SISTEMA, 3 de enero de 2014