¡Donde queman libros, acaban quemando hombres!

     Granada Abierta, en colaboración con Cultura Oral de Javier Tárraga, organizó el pasado domingo, en la Plaza de Bib-Rambla, una nueva edición de Arde la Memoria, para recordar la quema de libros ordenada por el cardenal Cisneros hace 515 años. Durante el encuentro poético musical, estudiantes del Departamento de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada recitaron poemas en árabe y castellano para promover la convivencia entre las dos lenguas. Prohibida hace cinco siglos por Cisneros, la lengua árabe volvió a escucharse en la emblemática plaza granadina. Tras la lectura poética, el trovador Javier Tárraga, investigador del romancero popular, interpretó Granada en el Diván y la Ruta del Juglar. Ha sido nuestra forma de celebrar el Día del Libro y reivindicar el plurilingüismo, como símbolo de una ciudad intercultural.
     Durante el acto, recordamos que el cardenal Cisneros decidió imponer en 1499 la fe cristiana en Granada, incumpliendo las capitulaciones que los Reyes Católicos se habían comprometido a respetar “para siempre jamás”. El cardenal ordenó el asalto a la Biblioteca de la Madraza y arrojó más de 5.000 libros a una hoguera
en Plaza de Bib Rambla. No conforme con eso, mandó requisar todos los libros que hubiera en casas particulares para arrojarlos igualmente a las llamas. Juan de Vallejo, cronista de Cisneros, lo describe así: “Y para desarraigarlos de su perversa y mala secta, mandó a los alfaquíes tomar todos los coranes y otros libros particulares, hacer grandes fuegos y quemarlos todos”. Sin embargo, Vallejo añade: “Se quemaron todos, sin quedar memoria, excepto los libros de medicina y botánica. Su señoría mandó traer 30 o 40 volúmenes, que están hoy puestos en la librería del insigne Colegio y Universidad de Alcalá de Henares”.


El cronista se refiere al expolio que sufrió la Biblioteca de la Madraza, unos 40 libros que Cisneros salvó de la quema para llevárselos, y que deberían ser devueltos a la Universidad de Granada. También se salvaron algunos coranes particulares que sus dueños ocultaron hábilmente, logrando burlar los registros de la Inquisición. Uno de estos coranes fue recientemente descubierto en la alacena de una casa del Albayzín, donde había permanecido oculto más de cinco siglos, y restaurado por los Padres Escolapios, como gesto de tolerancia y reconciliación.
    Recordamos también que, en 1933, los nazis quemaron miles de libros judíos y comunistas en la Plaza de la Ópera de Berlín y, apenas seis años después, en 1939, el régimen franquista celebró una infame Fiesta del Libro, consistente en arrojar al fuego miles de ejemplares republicanos. El diario Arriba  justificó así este nuevo atentado contra nuestro patrimonio bibliográfico: “Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes pseudocientíficos, a los textos malos y a los periódicos chabacanos”.

    La quema o expolio de libros se ha repetido en la historia reciente. Basta recordar que durante la guerra de Bosnia, años noventa, los serbios destruyeron más de 40 bibliotecas. Especialmente dramático fue el bombardeo de la Biblioteca de Sarajevo, en el que la artillería acabó con dos millones de libros y miles de manuscritos. Y en 2003, durante la toma de Bagdad por los marines de Estados Unidos, la Biblioteca de Irak también fue incendiada y centenares de libros expoliados. Sin olvidar la Biblioteca de Tombuctú, destruida en 2012 por integristas de al-Qaeda en la guerra de Malí. Ante esta barbarie que no cesa, Granada Abierta denuncia todas las hogueras de la intolerancia que han intentado destruir la memoria escrita de los vencidos y recuerda las palabras del poeta alemán Heinrich Heine: “Allí donde queman libros, acaban quemando hombres”.

Francisco Vigueras, Coordinador de Granada Abierta