Hoy las cruces se llaman vallas de Ceuta
y Melilla, se llaman centros de internamiento de extranjeros, se llama negarle
la tarjeta sanitaria a una persona por el sólo hecho de ser inmigrante sin
documentación, se llama expulsarlos sin ningún miramiento a empujones, en el
mejor de los casos, fuera de nuestras fronteras.
Hoy al sepulcro se le denomina costas del
Mediterráneo y Atlántico, que hacen de frontera con Europa, y donde miles de
africanos dejan sus vidas por intentar vivir con dignidad.
Hoy el vía crucis se llama ley de
extranjería que, lejos de fundamentarse en principios sociales y de derechos
humanos, tiene como principal valedor al Ministerio del Interior. Un inmigrante
sin papeles deberá recorrer un tortuoso vía crucis de documentos exigidos por las
administraciones, certificados de buena conducta, contratos laborales, avales
de ONG de que son buenos chicos y han tenido un comportamiento irreprochable.
Hoy los azotes y la coronación de espinas
están en las fronteras con Marruecos y Argelia donde las palizas, los malos tratos
y los escarnios son continuos, donde, más tarde, se les deja en pleno desierto
bajo un sol abrasador, muertos de sed y de hambre.
Hoy llevar la cruz a cuestas se llama
cruzar miles de kilómetros, con miles de dificultades, donde con suerte
encontrarán algún Cirineo dispuesto a darle cobijo para que recobren las
fuerzas y seguir el camino, que para muchos será la muerte.
Mientras, muchos Sumos Sacerdotes,
demasiados, mirarán para otro lado, pendientes de imponer su moral católica, obsesionados
con el poder y con mantener y acaparar posesiones.
Mientras, los gobernantes mentirán hasta
la saciedad para borrar su culpa de las atrocidades inhumanas que están
cometiendo con tanta criatura inocente, cuyo delito es haber nacido en un país
pobre y/o en guerra.
Mientras, habrá gente que clame:
¡crucifícalo, crucifícalo! Gente que tiene miedo a que nos invadan, nos quiten
el trabajo, compartan los servicios sociales, la sanidad o la educación... Un
miedo auspiciado por los poderosos para responsabilizar de la crisis a los
excluidos y empobrecidos, para que la gente mire hacia abajo y machaque al que
está aún peor; una vieja estrategia para que los pobres se enfrenten. Mientras,
se sigue engordando a la banca y a las grandes empresas, donde lo que menos
importa es la persona.
Tengo la esperanza, como decía el
entrañable cantautor, que "habrá un día en que todos al levantar la vista
veremos una tierra que ponga libertad", una libertad que responda a los
deseos que otro gran poeta de la vida nos dejó hace 2.000 años: "Tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero,
y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a verme" (Mt 25,35-36).
MIGUEL Santiago Losada, Profesor y
presidente de la Asociación KALA. Miembro de Asamblea de Andalucía
Fuente original: Diario de Córdoba, 11/04/2014