Para ellos la vida es como un cabaret. En ese
Moulin Rouge los oficiales del Subimperio, los Hombres de Negro y las Madames
de Hierro a las ordenes del Imperio, diseñan como llevar a cabo la rapiña sobre
los vencidos.
En el
casino Europa, construido por y para las élites, se nos ofrece la vida en rosa
bajo la batuta de la madera alemana. La música nunca se detiene en ese local.
Las castas de los regímenes europeos allí presentes juegan a la guerra,
alientan al fascismo, preparan la extorsión de las masas, sacan directrices
para la represión, diseñan la neocolonización de continentes, la acumulación
por desposesión de los de abajo...¡cantan aquella canción de Jaques Brel!
"No me quitte pas".
Sin
embargo para cientos de millones de ciudadanos de la UE, La vida en rosa, es la
melodía del mismo nombre, de Edith Piaf, un drama que no se termina cuando
cierran el Olimpia.
En ese
mundo del espectáculo siempre hay un día del carnaval, donde la plebe puede
elegir entre amo o señor, donde el plebeyo puede decidir quienes les apretarán
los grilletes el resto del año. Esa bacanal de papelillos de colores
en cajas de metacrilato legitima a Alí Babá y a sus banqueros a seguir
acumulando beneficios.
Nosotros;
las chirigotas, cuartetos, coros y comparsas, envueltos en la cantinela de los
de arriba, no oímos el rugir de nuestras tripas. Mojamos pan en vino,
contemplamos el circo sin darnos cuenta de que somos la comida de los leones.
Nada
de nada, querida Piaf, la música no debe parar. La nuestra es la de la Charanga
Insurgente, que rompiendo los limites del ladrillo toma las piedras de la calle
para construir en estos tiempos de vientos, no murallas, sino los molinos que
molerán el trigo.
Yo no
iré a votar el 25 de Mayo.
Puerto Bayyana, al levante de Andalucía.
Marcos G. Sedano, 21/Mayo/2014