Una amalgama de siglas está apareciendo para describir lo
mismo. Y no es sin razón. La opacidad por la cual está siendo tratado este
nuevo tratado de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea,
induce a la falta de consenso entre los actores mediáticos. Aun así, en la
prensa se han aceptado de manera general las siglas en inglés, puestas en
disposición por las instituciones supranacionales, de TTIP (Transatlantic Trade
and Investment Partnership, por sus siglas en inglés) [1]. Sin embargo, la sopa
de letras no se termina con elTTIP. CETA (Comprehensive Economic and Trade
Agreement) y el SPA (Strategic Partenship Agreement) son acuerdos, de carácter
comercial y político entre los países de la Unión y Canadá. Éste servirá como
puente para implementar el TTIP. El 26 de setiembre de 2014, las negociaciones
entre los dos actores han finalizado a la espera de la ratificación del tratado
en el Consejo y Parlamento Europeo (ente competente) y en los respectivos
parlamentos de los estados comunitarios (si su constitución lo exige).
PERO, ¿QUÉ ES EL TTIP?
Parece entendido que este tratado supone, de manera general,
organizar el mercado de libre comercio más grande de todo el mundo, que
aglutinaría más de 800 millones de consumidores y más de la mitad del PIB
mundial (54%) permitiendo, asimismo, dopar las economías europeas en 120.000 M€
y las americanas en 95.000 M€ (datos elaborados por Center for Economic Policy
Research) [2]. Con esta mirada económica, un ciudadano europeo no dudaría de su
implantación, pero… ¿por qué entonces tanto secreto?
El TTIP sobrepasa con creces los “simples” acuerdos de libre
comercio, puesto que persigue tres objetivos importantísimos a esclarecer. El
primero, consistiría en la supresión de los últimos derechos de aduana
(barreras tarifarias), de por sí muy bajos [3]. El segundo, por su parte,
pretende “armonizar” las barreras no tarifarias (normas) entre los países involucrados
[4]. Por último, consiste en garantizar mecanismos legales, llamados ISDS
(Investor-State Dispute Settlement), para que los inversores no se encuentren
con trabas reglamentarias o legislativas en los mercados que pretendan
introducirse, y en caso de encontrarlas, poderlas esquivar. Dicho en otras
palabras, el TTIP (o también elCETA) pretende priorizar los intereses de las
grandes empresas sobre los Estados, con la evidente pérdida de soberanía que
esto conllevaría. [5][6]
De hecho, las negociaciones han estado instigadas por
numerososlobbys americanos [7] y europeos [8], pero de manera oficial son los
funcionarios de los respectivos gobiernos quienes lo están tratando [9]. Las
negociaciones finalizarán, teóricamente, el año que viene, pero serán precedidas
por un largo proceso de ratificación en el Consejo y el Parlamento Europeo así
como en los países que su legislación lo exija. Este proceso no será tarea
fácil en este período de crisis económica, social y política en Europa (sobre
todo en el Sur). De este contexto más la incertidumbre sobre las posibles
consecuencias del TTIP se deduce la impermeabilidad de las instituciones [10].
¿QUÉ VENTAJAS O DESVENTAJAS ACARREARÁ EL TTIP?
Las ventajas o desventajas hacia las sociedades europeas o
americanas son diferentes según cada caso, y según el prisma ideológico desde
el que se mire. Según el informe preparado por el lobby banquero CEPR para la
Comisión Europea (quién, asimismo, afirma que es una predicción económica y
como es obvio carece inevitablemente de certidumbre), las ventajas están
vinculadas al crecimiento económico (aumento del 0,5% del PIB de la UE y de un
0,4% por el de EUA) sobretodo en unos sectores determinados: especialmente el
sector automovilístico (40% de incremento de las exportaciones), el sector
metalúrgico (+12%), la comida procesada (+9%), los productos químicos (+9%)… Al
respecto del empleo, el estudio encargado para la Comisión predice un traspaso
de empleos entre sectores (con relación a 7 empleos de cada 1000 en 10 años) y
no realmente la creación del mismo. ¡Esto es importante! Los políticos siempre
juegan la baza de la creación del empleo para justificar el tratado de libre
comercio (u otros intereses de dudosa legitimidad) cuando realmente no se
adhieren a los datos de los estudios oficiales de las instituciones las cuales
ellos representan.
Además, las desventajas se materializan en múltiples niveles
más, las cuales no están mencionadas en el estudio de la CEPR (de análisis
demasiado economicista): el tratado arriesga el nivel social, económico,
sanitario, cultural, del medio ambiente, político e incluso geopolítico… Por
ejemplo, los ocho derechos fundamentales propuestos por la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) son adoptados por los países integrantes de la
UE. En contrapartida, solo dos de ellos son ratificados por el gobierno de los
Estados Unidos. La experiencia de los tratados de libre comercio nos sugiere
que la “armonización” de las normas se establece a partir del mínimo
denominador común, cosa que conllevaría a una pérdida de derechos fundamentales
por la parte de los trabajadores europeos, sección puntualmente mencionada por
el CEPR quién afirma, de hecho, la necesidad de la desregularización del
empleo.
Otro ejemplo que proponemos, por su sensibilidad social, son
las amenazas sobre el medio ambiente. Un mercado de libre-cambio incrementará
el tráfico de mercancías así como el gasto en energía y, consigo, la
contaminación. Por otra parte, la libre entrada y utilización de determinadas
tecnologías contaminantes tales como la extracción del gas de esquisto
(fracking), permitir la utilización de productos químicos agro-industriales
(¿os gusta el pollo bañado con cloro y la carne de vaca con hormonas? sic.) o
abrir las puertas a los OMG (aunque en España la práctica de los transgénicos
está muy arraigada [11])… serían algunos de estos efectos a considerar.
Para terminar este punto, mencionaremos el más preocupante:
la pérdida de democracia. Constantemente, políticos y ciudadanos afirmamos
rotundamente que vivimos en una democracia. Pero la democracia no está o deja
de estar, sino que se tiene más o menos según la estructura productiva y la
interlocución de los actores competentes dentro del sistema (donde la sociedad
es el actor legítimo en una democracia). La falta de transparencia de la Unión
Europea en torno a un TTIP de por sí poco democrático, denunciada por el
tribunal de Justicia de la Unión Europea (CURIA), es sintomática de la pérdida
de calidad democrática que ocasionarán los tratados. La economía está desbancando
la política y definitivamente sometiendo la sociedad a las leyes del mercado.
LA “ANARQUÍA” DEL MERCADO (NEO) LIBERAL
Una Europa sumisa a los dictámenes de las grandes
transnacionales conllevará una transformación del sistema productivo, y por tanto
del sistema social, así como un retroceso en la soberanía de los Estados (la
poca que ya les queda después de firmar el traslado de soberanía en los
tratados de Lisboa). Una liberación de la capacidad de acción de las grandes
empresas, quienes aumentarán la competencia (híper-competencia), induce a un
escenario donde los pequeños productores pueden verse muy castigados si no son
capaces de adaptarse a estas nuevas circunstancias, ocasionando conflictos en
todos los niveles de la sociedad. Los monopolios, oligopolios… tendrán la
oportunidad de incrementar su capacidad de acción en contra de los Estados,
quienes estarían desprovistos de herramientas legales para ello (recordemos los
mecanismos de arbitraje estado-empresa ISDS). Las reformas estructurales,
vividas de manera extrema en España, son la base para que la libre circulación
se pueda instaurar. Esta última, si se llega a materializar, será un nuevo
escalón hacia la globalización económica, con Estados Unidos partiendo con
cierta ventaja gracias a la influencia de los gigantes de Internet: Google,
Amazon, Facebook, Microsoft… Esta desregularización de los mercados agravaría
asimismo las posibilidades de crisis. Primero, fruto de la especialización
productiva en el territorio, que tendería a intensificarse en contra de la
diversidad productiva cuya resistencia a las seculares crisis económicas del
capitalismo es más efectiva. Segundo, los Estados, como mediadores de las
fuerzas sociales y las fuerzas patronales, carecerían de competencias para
evitar la caída del sistema productivo. La pérdida de democracia a favor del
control de la economía es el precio final.
Albert Borràs Rius, Licenciado en Geografía y estudiante de Master 2 en Geopolitica en el Institut Français de Géopolitique. 2 de octubre de 2014
Notas:
[1]
http://ec.europa.eu/trade/policy/in-focus/ttip/index_fr.htm
[2] El CEPR es una organización (lobby) financiada por
distintos bancos privados.
[3] Según la Organización Mundial del Comercio las barreras
tarifárias en Europa varían según los productos pero la media se encuentra en
5,8 %. Los productos que contienen una carga tarifária mayor son los productos
agrarios con una media de 13,24 %. En contrapartida, los derechos de aduana
impuestos en los productos industriales son muy inferiores, 4,2 %.
[4] Según un estudio realizado por la Fondation Res Publica,
el 16 de Setiembre de 2013, la “armonización” de las normas se va a hacer desde
“abajo”. Es decir, se cogerán las normas nacionales o supranacionales cuyas
restricciones sean menos “dañinas” para los flujos del capital.
[5] La multa de casi 9.000 M€ impuesta al grupo bancario
francés de BNP Paribas por parte del Gobierno de los Estados Unidos por una
supuesta inversión en países bajo embargo de los EUA (Cuba, Irán y Sudan) nos
augura que la ley económica americana prevalecerá sobre las otras. Parece
paradoja que cuando se está gestando un tratado transatlántico donde
prevalecerán los intereses de las multinacionales defendidas por futuros
tribunales internacionales, el gobierno americano pueda imponer su ley (dado su
control sobre el dólar) a las empresas europeas.
[6] Nos parece importante matizar que el principal interés
estadounidense es de carácter imperialista y, por lo tanto, geopolítico (o
geoestratégico). La razón viene condicionada por la nueva postura
proteccionista del gobierno Chino, sobre todo en lo referente a la protección
de sus propias marcas de alta tecnología para el consumo nacional. Asimismo,
sus ambiciones monetarias persiguen rivalizar con el dólar poco a poco (aunque
esto quede alejado). Además, EUA quieren reequilibrar su déficit comercial de
estos últimos años así que garantizar la hegemonía sobre las legislaciones de
los productos industriales. Esto induciría la necesidad adaptativa de estados
terceros a las reglas productivas del tratado Transatlántico. Mientras que los
intereses europeos, por su parte, restan como simples cuestiones mercantilistas
(sin ninguna ambición política para contrarrestar el dominio americano), EUA
persigue mantener su hegemonía a toda costa, cosa que conllevará el intento de
marginalizar China y Rusia. El proceso no es fácil, puesto que estos últimos
están buscando aliados para contrarrestar la hegemonía americana. El ejemplo
más claro lo encontramos con la reunión de los BRICS en Brasil coincidiendo con
el Mundial de fútbol; así como la gira de Vladimir Putin en Latino América.
Remarcable su acuerdo para realizar un Banco de inversión común entre los BRICS
y el gaseoducto que unirá China y Rusia.
[7] De los cuales, la industria agroalimentaria, la
industria cultural o, más aún, la industria de las nuevas tecnologías
informáticas serían de los sectores más interesados. Según, Corporate Europe
Observatory.
[8] Los grupos industriales alemanes, sobre todo los
productores de vehículos, son los más interesados en este proceso quienes ven
una oportunidad de deslocalizar parcialmente su industria en el territorio
americano. Este último está modernizando fuertemente su tecnología industrial y
contiene una legislación más laxa en el ámbito del trabajo.
[9] Del 14 al 18 de Julio se han llevado a cabo la sexta
ronda de negociaciones entre los Estados Unidos y la Unión Europea en Bruselas.
Entre el 29 al 3 de Octubre, la séptima ronda de negociaciones tendrán lugar en
Maryland (EUA).
[10] Asimismo, la opacidad de las negociaciones han
facilitado la elección del “ultra liberal” Jean-Claude Junquer que sustituyera
a José Manuel Durao Barroso en la Comisión Europea. Este último inició las
negociaciones transatlánticas con los Estados Unidos en 2013.
[11]
http://www.greenpeace.org/espana/es/Trabajamos-en/Transgenicos/