¿De dónde viene tanto olvido? (Paul Celan)
A orillas del Caribe (sobre un cuento de García Márquez)
Parecía
un barco enemigo para la mirada (y la imaginación) de los niños que se
encontraban en la playa. “Después pensaron que era una ballena (…)”. Los
niños descubren un enorme náufrago ahogado varado en la playa. “Y jugaron
con su cuerpo, enterrándolo y desenterrándolo”.Los hombres del pueblo se
van acercando a la playa y observan al enorme náufrago. “Lo sacan del mar
cubierto de algas (…). Los hombres pensaron que tal vez la facultad de seguir
creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados”. Las
mujeres del pueblo se acercan y se asombran.
El tamaño y la hermosura del náufrago no dejan a nadie indiferente.
Pronto se dieron cuenta de que este hombre no era de los suyos. “Era un
muerto ajeno (…); no tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un
muerto ajeno”.
Los
hombres quisieron confirmar la identidad del náufrago. “Volvieron de nuevo
al pueblo con la noticia de que el ahogado no era de los pueblos vecinos (…),
no les faltaba nadie. Las mujeres se alegraron y dijeron, ¡bendito sea Dios
–suspiraron- , es nuestro!”. Lloraron y velaron al ahogado. En el pueblo
todo sería diferente desde entonces.
La
mujer más anciana del pueblo dijo que habría que ponerle un nombre al náufrago.
Sin nombre no hay memoria. “Tiene cara de llamarse Esteban, dice. Tiene que
llamarse Esteban. No hubo que repetirlo para que lo reconocieran. El silencio
acabó con las últimas dudas: era Esteban (…)”. Tener un nombre propio es el
elemento originario para disponer de identidad. Descubrir el nombre es
descubrir el ser. Al disponer de un nombre dejamos de ser desconocidos.
Con nombre propio alguien ajeno se vuelve un poco más cercano. Un extraño puede
llegar a convertirse en pariente. El nombre Esteban viene del griego Stéphanos
y significa premio, recompensa. Lo más cercano a un regalo.
El
ahogado es paseado, admirado y reconocido por todo el pueblo. El ahogado
irrumpe en la vida, en el orden establecido.“Las mujeres lo llevan de un
sitio a otro (…), no había cama bastante grande para tenderlo ni mesa bastante
sólida para velarlo (…)”.
Ahora
la historia se tiene que reinventar. “El pueblo tiene conciencia por primera
vez de la desolación de sus calles, de la aridez de sus casas, de la estrechez
de sus sueños frente a los sueños del ahogado”. “El ahogado, comentan, habría
tenido tanta autoridad que hubiera sacado los peces del mar con sólo llamarlos
por sus nombres”.
Al
fin los habitantes del pueblo de dan cuenta de que ha llegado el momento de
devolver al náufrago al mar. El duelo va finalizando. “Cuando lo lancen al
mar habrán aprendido que sus casas tienen que tener las puertas más anchas, los
techos más altos, los pisos más firmes (…)”. Todo el pueblo acompaña al
ahogado hasta el acantilado. Han decidido devolverlo al mar. ”Todos le han
dado padre, madre, hermanos, primos (…); todo el pueblo se hizo pariente del
ahogado más hermoso del mundo (…); el ahogado tendrá que seguir vagando y sin
ataduras. Al final decidieron no atarle nada a los pies para que, si quiere,
regrese cuando desee”.
En la costa de Rota (secuencia real de un suceso)
19:07: Parecía
una mancha oscura que se estaba balanceando sobre el mar. No se distingue muy
bien. 25 de octubre de 2003, en la Bahía de Cádiz, frente a la ciudad de Rota,
se está fraguando una tormenta. Las tempestades siempre siguen una pauta.
19:09: El
capitán del carguero Focs Tenerife, Rogelio Navarrete, identifica esa mancha, se trata de una
barca de unos ocho metros de eslora y dos de manga. Quedan escasos minutos para
que la tormenta estalle. En la barca se distinguen decenas de cabezas en un
vaivén continuo. Alguien eleva un brazo al cielo mientras con el otro va
achicando agua. ¿Una señal? El capitán realiza una llamada a la Sociedad
Estatal de Salvamento y Seguridad Marítima (SASEMAR), de Cádiz, para
informarles del avistamiento de esta barca repleta de gente. Mientras tanto el
capitán ordena lanzar escalas y aros de salvamento. La barca se va alejando.
19:12: SASEMAR
contesta que no dispone de recursos para intervenir. Las dos patrulleras se
encuentran averiadas y los agentes de servicio se encuentran en Conil.
19:18: SASEMAR
realiza una llamada al Servicio de Remolques y Salvamento (SERTOSA). Le
contestan que hay un remolcador disponible, el Sargazos. Todo parece que
se va encauzando (según las leyes y según la compasión).
19:26: A
pesar de la disponibilidad del remolcador para zarpar en auxilio de la barca…
no puede hacerlo. Necesita la presencia de guardia civil o policía, es
obligatoria en estos supuestos de salvamento. Y no hay fuerzas de seguridad disponibles.
La tela de araña se va extendiendo.
19:39: Desde
SASEMAR se realiza una llamada de auxilio a la Base Militar de Rota. La Base dispone de efectivos
militares, barcos, lanchas, helicópteros, etc. La contestación es que no están
en condiciones de ofrecer ayuda. Siempre hay especialistas en hacerse los
ciegos, los sordos y los mudos.
20:01: El Sargazos sale al fin con una dotación
de policías. Llegan al lugar aproximado donde debería estar la barca. Anocheció.
No se ve nada. No se encuentra nada ni nadie. Extintas las palabras, se instala
el silencio.
21:55: Aparece
en la playa Arroyo Hondo de Rota,
junto al Hotel Playa de la Luz, los restos de una barca. Vacía. Durante
varios días van llegando de uno en uno, como si hubieran perdido toda su
energía en el último minuto, los cadáveres. Dos, cuatro, diez, quince, treinta,
treinta y dos…, hasta treinta y siete náufragos. Ahogados y empujados por el
mar hasta las playas de La Costilla, frente a Rota; la playa El Buzo
en el Puerto de Santa María; en Punta de San Felipe, en Cádiz… Ulises tuvo más
suerte al naufragar en el país de los Feacios.
A
media noche el capitán del carguero realizó una última llamada a Control de
Tráfico interesándose por la barca. Lo tranquilizaron: “ya apareció la patera”.
No dicen nada más. El capitán pensó “menos mal que no acabó en tragedia”. Los ahogados
no tuvieron la posibilidad de convertirse en protagonistas del cuento de Gabriel García Márquez, “El
ahogado más hermoso del mundo”. A ellos no los devolvieron al mar convertidos
en parientes queridos, ligeros y sin anclas. No fueron consagrados en el mito,
como Ulises, otro náufrago. No fueron inmortalizados por Delacroix. No forman
parte de la memoria visual como el protagonista de la película de Robert
Zemeckis. Todo sucedió en dos horas y
cuarenta y ocho minutos.
NOTA:
Durante los días siguientes, como si de un pasatiempo se tratara, las autoridades
responsables se cambian de sudario. Con mañas y añagazas cacarean despistes y
contradicciones entre el Ministerio de Fomento y el Ministerio de Interior (con
Ángel Acebes a la
cabeza). El remolcador esperó a los policías, dice Fomento. ¡No!,
dice Acebes, fue la policía la que esperó al remolcador… Suenan los
cencerros para llamar la atención y desviar otras responsabilidades. El
delegado de Extranjería e Inmigración, Ignacio
González (actual presidente de la Comunidad de Madrid) aseguró
que se hizo todo lo posible para evitar la tragedia…. Ingrato oficio el de
mentir. La inmensa mayoría de la sociedad en silencio. En noviembre de 2004, la
Audiencia de Cádiz dicta sentencia. Un solo culpable: el joven Hamid Echokhch, de 25 años, ayudante
de patrón de la patera.
Este
segundo relato se ha vuelto a repetir hace pocos días con setecientos
náufragos. ¡Ay!
Sebastián de la Obra Sierra, Miembro del
Patronato de Sevilla Acoge
Fuente original: Cordópolis, 20 de abril de 2015