Se jura
ante dios. Los juramentos laicos se llaman promesas. Y cuando se jura una
bandera, la española para más señas, se está proclamando amor y fidelidad a lo
que significa, tomando a dios por testigo. Existen juramentos militares. Y
ahora civiles. Yo no juré bandera. Ni la prometí. Ni pienso hacerlo. Porque sé
lo que significa. El escudo de España es una radiografía infame del
nacional-catolicismo y de la conquista de Al Ándalus como mito fundacional de
un Estado que quiere parecer moderno. Arriba, la cruz. La religión católica
encabezando el símbolo de un Estado constitucionalmente aconfesional. Franco la
sustituyó por el águila de San Juan, el evangelista predilecto de la reina
Isabel, que terminó incorporándola al escudo de los Reyes Católicos. La
comunión perfecta entre Iglesia y Estado, Caudillo por la Gracia de Dios, con
las bendiciones vergonzantes del Vaticano. Después pasó a ser la Imperial de
los Austrias. Y por último, la cruz borbónica que se mantiene hasta en el logo
de correos.
Debajo de dios, la corona. El símbolo de la monarquía. Una institución medieval
en el siglo XXI. Legitimada entonces por el origen divino y ahora por una
Constitución hipócrita que afirma que todos somos iguales ante la ley, sin
permitir discriminaciones por el color de la piel, la religión o el género,
salvo si tienes la sangre azul y eres varón para ser rey.
El escudo de España se cuida de dejar bien claro quienes son los territorios
que componen su esencia fundacional, por este orden: Castilla, León, Aragón y
Navarra. Asturias tiene su propio escudo como marca del principado. Y abajo,
diminuta y conquistada, Granada. Es decir, Andalucía. No es casualidad que no
aparezcan (ni quieran aparecer) Cataluña, Galicia o Euskadi. La misma división
foral se contiene en el escudo republicano. Por eso mi bandera republicana es
blanca y verde.
La semana pasada se celebró una jura civil en la Diputación. El resabio
administrativo del centralismo y que simboliza a Córdoba con el escudo de
Castilla-León. Allí juraron ante dios fidelidad a la bandera que arrebata a los
andaluces la Mezquita para la Iglesia y el Guadalquivir para Madrid. Por eso
los andaluces no sacamos esa bandera en las manifestaciones. Y quienes la
besan, no se manifiestan. Sin embargo, callamos cuando nos roban la identidad y
pavoneamos esa misma bandera cuando gana la selección. Así nos va. ¡Vivan las
Cadenas!
Antonio Manuel, Profesor de Derecho en la Universidad de Córdoba (16/Junio/2013)
Fuente original: http://www.eldiadecordoba.es/article/opinion/1545673/la/jura.html