Tengo la impresión de que falta un discurso autocrítico o no
tiene donde expresarse. Antonio Muñoz Molina, discrepamos en tantas cosas, hizo
el esfuerzo de criticar ese populismo forzado, un andalucismo impostado y
reducido a volantes y lunares, que manipula las inseguridades y ansiedades de
la gente.
Un contexto político complicado como nunca hizo de las
elecciones autonómicas andaluzas el centro de atención de la política española,
dejando a la propia Andalucía fuera del centro y ofreciendo un debate muy pobre
sobre sus problemas.
Desconozco Andalucía y sin embargo está ahí y me afecta y,
de algún modo, me importa. Por ser gallego, y también por razones personales,
siento familiaridad viajando por Zamora, León o el Norte de Portugal, cosa que
no me sucedió en las ocasiones en que estuve por Andalucía. Por el contrario,
sentí extrañeza ante un país y una gente tan distinta. Las personas somos todas
muy parecidas, pero la gente varía de un país a otro aunque la televisión nos
diga lo contrario.
Es tan evidente lo específico de ese lugar que existen
estereotipos muy dibujados de "lo sevillano/andaluz", pero por
debajo del estereotipo existen rasgos muy marcados que desconciertan a quienes
no somos de allí. La distancia y la diferencia la resumía el padre de un amigo
mío: "Eu non sei o que son. Ou eles non son españois ou non o somos
nós" ("Yo no sé lo que son. O ellos no son españoles o no lo somos
nosotros"). Sí, afortunadamente hay lugares distintos y el mundo no se
reduce a ser un gran centro comercial norteamericano.
También debería decir que el haber vivido, y seguir
viviendo, en un estado donde se identifica el flamenco, las sevillanas, los
toros, la arrogancia de señorito..., con "lo español" nunca hizo que
me sintiese español precisamente. Desde la infancia nos acostumbraron a
identificar todo eso como la cultura nacional del franquismo, cosa que les
ocurre a muchas otras personas de mi edad por estos pagos. La apropiación de
"lo andaluz" a través de sus tópicos por el españolismo sepultó a los
andaluces.
Dicho lo cual no me pude resistir a la fascinación de
algunas coplas cantadas por Imperio Argentina, con "El día que yo
nací" abrí una novela ("Home sen nome") y, a pesar de los
prejuicios y la extrañeza, consigo asombrarme ante ese arte extraño que
hicieron los gitanos andaluces con el canto árabe.
Precisamente acabo de ver el documental sobre Paco de Lucía,
"La búsqueda" de Francisco Sánchez Varela, y encuentro no sólo un
arte en si mismo, el flamenco, sino también la grandeza de un artista que nace
y se alimenta de la humildad, de la dignidad y, también, del hambre. Eso
también debe de ser Andalucía, me digo. Esa dignidad de la humildad fue lo que
eché en falta en el fondo en la pasada campaña electoral andaluza.
Hay quien, defendiendo el modelo de estado que tan bien
dibuja el trazado del AVE y el kilómetro cero de la Puerta del Sol critica las
autonomías, aquel invento que reclamaron para si las nacionalidades históricas
y que se extendió a todo el territorio estatal, pero desde el punto de vista
histórico fue la salvación de Andalucía. La autonomía detuvo un proceso
vertiginoso de vaciamiento demográfico de Andalucía y Extremadura, crearon
nuevas oportunidades allí y permitieron fijar población. Es fácil ver y
criticar lo que hay pero también es necesario calcular lo que habría sido, sin
autonomía Andalucía sería hoy un territorio envejecido.
Van tres décadas de la autonomía andaluza, una autonomía con
bastantes competencias y un buen presupuesto, ahora que es evidente que también
allí se acabó un periodo histórico conducido por los socialistas le convendría
a esa región hacer un balance de lo que fue. Como en todo balance habrá un
"haber" y un "debe", el "haber" lo conocen muchos
andaluces en una mejora de las condiciones de vida, en cuanto al
"debe", una parte importantísima está a la vista: corrupción y
clientelismo.
Pero hay otra parte que creo que pesa sobre la sociedad
andaluza, durante estas décadas se fue creando una cultura regional que mezcla
a partes iguales los sentimientos de inferioridad y la suficiencia del gracioso
tópico. Y es que el populismo es el lenguaje que expresa y acompaña al
clientelismo. No sé valorar lo que supuso de ganancia o de pérdida el fracaso
del proyecto de un Partido Andalucista, ese espacio y ese papel fue ocupado por
el PSOE que lo interpretó a su modo, ese modo.
Tengo la impresión de que falta un discurso autocrítico o no
tiene donde expresarse. Antonio Muñoz Molina, discrepamos en tantas cosas, hizo
el esfuerzo de criticar ese populismo forzado, un andalucismo impostado y
reducido a volantes y lunares, que manipula las inseguridades y ansiedades de
la gente. Creo que a Andalucía le conviene oír esas miradas críticas pero no
bastarán, sobre la crítica es necesario un pensamiento creador desde allí,
crear un discurso colectivo: crear política.
Imaginar una Andalucía más allá de lo que fueron estas
décadas. Andalucía necesita más intelectuales humildes y de pensamiento libre,
comprometidos con su tierra y que unan su destino a ella. Y que tengan donde
expresarse y se les escuche. Pero eso es una impresión de alguien lejano
y extraño.
Suso del Toro, 8 de abril de 2015
Fuente original: eldiario.es