La noche del 10 al 11 de agosto
se cumplirá el 79 aniversario del asesinato de Blas Infante. Hace unos años, la
Junta de Andalucía dejó de conmemorar esa fecha con la excusa de que es mejor
celebrar el aniversario de los nacimientos que de las muertes. Quizá podríamos
pensar que el 5 de julio, con un poco de suerte, hace menos calor que en agosto
y todavía sus señorías no están en la playa... Confieso que a mí no me importa
que la "casta política" -permítanme el uso de una palabra que sus
inventores parecen haber abandonado- no aparezca en el sencillo acto que
anualmente organiza la Fundación Blas Infante ante el monumento que señala el
lugar del crimen. Porque era pura hipocresía y ocasión para apropiarse de quien
admiten como "padre de la patria andaluza" a la vez que niegan esa
patria (o quizá habría que decir matria) y vacían de contenido su pensamiento
al silenciar lo que señala la sentencia dictada años después de su muerte: que
ésta fue decidida por ser un revolucionario y por pretender formar una organización
andalucista.
Que el ideal primero a conseguir fuera que la tierra andaluza pasara al
jornalero andaluz, como afirmara en su primer libro de cuya publicación se
cumplen ahora cien años, y que reivindicara una Andalucía con pleno derecho a
decidir sobre cómo solucionar sus problemas y qué relaciones entablar con otros
pueblos, una vez organizada en Estado Libre, fueron las dos causas de su muerte
a manos de quienes tenían que impedir, al precio que fuera, la "España
roja y rota" que, según ellos, pretendían los revolucionarios sociales,
los nacionalistas no españolistas y quienes eran acusados de ser ambas cosas a
la vez (casos de Blas Infante, Castelao o Andreu Nin, entre otros).
Resulta bochornoso escuchar loas a Infante por quienes impiden y demonizan las
transformaciones necesarias para que Andalucía salga de la dependencia
económica, la subalternidad política y la alienación cultural que la tienen
postrada y cloroformizada, y sin capacidad de reacción ante la red clientelar,
corrupta y populista que ha sido tejida desde la Junta de Andalucía para
construir un verdadero Régimen que dura ya más de treinta años. Un Régimen
existe cuando se da, de hecho, una fusión-confusión entre un partido y las
instituciones que éste gobierna (o, mejor, ocupa). Que es lo que sucede en
Andalucía y lo que explica, por ejemplo, que el PSOE pueda impunemente competir
en españolismo con el PP más ultramontano, unas veces, y teñirse, otras, de
verde y blanco en ocasiones electorales y cuando así conviene a sus intereses
partidistas, tanto a nivel andaluz como, sobre todo, a nivel del Estado.
A menos de dos meses de las elecciones plebiscitarias catalanas, convendría
recordar, por ejemplo, a muchos de los que afirman que Blas Infante "es de
todos", lo que éste escribiera en 1919: "¡Qué tristeza! ¡Y aún hay
andaluces españolistas! ¡Andaluces que ante las ansias libertadoras del pueblo
catalán, gritan con inconsciencia imbécil: la unidad de la patria!"
Algunos creemos que la parte fundamental del pensamiento de Infante, incluidos
su "federalismo confederalista" (en palabras del profesor José
Acosta) y su visión libertaria (liberalista), continúa hoy vigente. Cualquier
esfuerzo por defender y afirmar a Andalucía como sujeto político tiene
necesariamente que partir de él, complementándolo, como no podía ser de otra
manera, para su puesta al día. Penetrar, sin anteojeras, en el núcleo de este
pensamiento no es un ejercicio de nostalgia ni una huida de los problemas del
presente; antes al contrario, es un ejercicio imprescindible dentro del debate
sobre el qué hacer hoy para que Andalucía no resulte perjudicada, una vez más,
en la reorganización territorial del Estado que, de una u otra forma, va a
producirse en los próximos meses. Porque corremos el peligro de perder lo que, al
menos en el papel, conquistamos el 4-D y el 28-F, cuando lo urgente es
materializar lo que entonces conseguimos y nos fue hurtado por la conversión de
la Autonomía en Régimen.
El andalucismo no desaparecerá, tenga o no traducción organizativo-electoral y sea ésta un reflejo o una caricatura de lo que debería ser, mientras siga vivo lo esencial del pensamiento político de Blas Infante y mientras existan andaluces que estén dispuestos a combinar, como él hizo, la lucha por la igualdad social con la lucha por la emancipación como pueblo. Que son dos vertientes inseparables de una misma lucha, de un mismo Ideal.
El andalucismo no desaparecerá, tenga o no traducción organizativo-electoral y sea ésta un reflejo o una caricatura de lo que debería ser, mientras siga vivo lo esencial del pensamiento político de Blas Infante y mientras existan andaluces que estén dispuestos a combinar, como él hizo, la lucha por la igualdad social con la lucha por la emancipación como pueblo. Que son dos vertientes inseparables de una misma lucha, de un mismo Ideal.
Isidoro Moreno, Catedrático de
Antropología social de la US, 5 de agosto de 2015
Fuente original: Diarios del Grupo Joly