En el informe sobre la pobreza realizado recientemente por
AIS Group, basado en datos del INE y de Habits Big Data, se observa, objetiva y
brutalmente, la gran diferencia que hay (visualizada en color sobre el mapa) entre
el sur peninsular (Andalucía y territorios limítrofes) con el centro y norte en
relación a la población activa desempleada y a la marginación social. No voy a
entrar en análisis comparativos entre unas zonas y otras porque los mismos
datos indican ya el desequilibrio territorial existente dentro del Estado y la
función de colonia que ejerce Andalucía en la economía interior. Estamos en un
Estado, el español, que no supo, no pudo o no quiso equilibrar su propio
espacio, que no ha actuado como tal, que ha fallado en su función más básica.
Y, en ese marco, Andalucía ha perdido y pierde en beneficio de otras áreas
centrales y externas. Las diferencias sociales y económicas no sólo son de
grupos y clases, también lo son de territorios en un mundo que se caracteriza
por el desarrollo desigual. José Aumente hablaba en su momento respecto al
pueblo andaluz con el término de un pueblo-clase, un pueblo que constituye, en
sí y en su mayoría social, una clase oprimida y marginada.
No podía ni puede ser de otro modo dadas las circunstancias
históricas de un país (entonces denominado Al-Andalus) conquistado
violentamente y anexionado forzosamente a una corona, la castellana, básica en
la formación de un estado que surge con ínfulas de imperio y que se basó en la
limpieza étnica. Un país, pues, conquistado y que ejercería la función de
colonia peninsular a la que seguirían las colonias americanas. De ahí la
importancia que en la historia andaluza tuvo la ligazón entre la liberación
política con la transformación social y económica del pueblo. Hoy, esta
necesidad de unir en los movimientos sociales andaluces la soberanía con esa
transformación es cada vez más obvia y urgente. Al respecto, habría que hacer
una relectura de Frantz Fanon sobre el fenómeno colonizador.
Me he extendido en este asunto porque considero que
cualquier análisis político y económico del paro en Andalucía que no tenga en
cuenta las circunstancias y el contexto en el que se produce, está abocado a la
confusión y a la esterilidad.
La situación económica de Andalucía, las elevadas tasas de
paro, la marginalidad y la pobreza social, las emigraciones cíclicas a las que
la población andaluza se ve sometida, etc, etc. no son casuales, ni responden a
una idiosincracia y mentalidad especiales, ni a una maldición divina o humana.
Son consecuencias de actuaciones históricas y de decisiones políticas y de
grupos dominantes. Por tanto, son hechos y situaciones que se pueden cambiar
con la conciencia y la voluntad del pueblo y con luchas y acciones que tengan
objetivos claros. Aún así, el paro en Andalucía es estructural, no responde a
coyunturas de crisis del sistema, sino a un modelo de dependencia que genera la
riqueza fuera de nuestro territorio. Sólo cambiando este modelo mediante el
empoderamiento de recursos por parte del pueblo se puede truncar esa situación
socio-económica.
Cuando las organizaciones políticas y sindicales proponen
medidas contra el desempleo no tienen en cuenta el contexto y la estructura de
la que deriva el problema. Por ello no plantean modelos alternativos al actual
y apuntalan, así, al sistema de cosas. Se quedan en parches, lo que aquí se
denomina “pan pa hoy y hambre pa mañana”.
La tasa media de paro en nuestro país roza el 40% de la
población activa. En algunos municipios (La Carolina y Barbate) se aproxima al 70%. En
Chiclana es del 45,5%. En la zona gaditana se llega a una situación de
desastre, de emergencia, de tragedia humana y social. Si Andalucía aún no ha
explotado es porque aquí muchas personas se dedican “a buscarse las habichuelas”
y porque aún existen redes protectoras familiares. Pero ello no es excusa para
mantener la situación indigna de todo un pueblo ni para dejar en herencia a
nuestros jóvenes otra vez la emigración o la miseria. En otros artículos
trataremos, desde los parámetros culturales andaluces, sobre la relación del
trabajo con el ocio y sobre las alternativas que se pueden plantear.
Manuel Montero, miembro de Asamblea de Andalucía (AdA)