Según la Liga
Internacional de Derechos Humanos y el European Roma Rights Center, sólo
durante el año 2015, 11.128 personas gitanas fueron expulsadas en
Francia por la fuerza de los lugares en los que
vivían.
Así mismo, durante 2014 y 2013, las autoridades del país galo expulsaron a un
total de 32.000 gitanos y gitanas sin ofrecer solución alguna a su situación de
vulnerabilidad. Sólo en tres años, 43.128 personas han sido literalmente
barridas de sus precarios asentamientos por motivos étnicos y económicos en el
país de la igualdad, la legalidad y la fraternidad. ¿Hacia dónde? Hacia el vacío mediático. Tal y como ocurre en las
películas románticas –permítaseme la odiosa metáfora–, no sabemos qué ocurre
después de que los personajes se enamoren, ya que es ahí donde concluye la
historia. El final feliz compulsivo francés parece consistir en expulsar una y
otra vez a la diferencia gitana y pobre de su escenario civilizatorio
precariamente esterilizado.
Durante estos meses, a causa de los atentados de París,
son muchas las miradas adiestradas que denuncian la denostable gestión de
carácter colonial que los sucesivos gobiernos franceses practican con la
diferencia cultural en el interior de sus fronteras. Un diagnóstico como éste
nos emplaza a profundizar en la gran responsabilidad que la Europa racista y
xenófoba ostenta en
la paulatina y silenciosa radicalización del gueto occidental subalternizado.
Sólo cuando dicha realidad salpica la metrópoli del blanco y su familia, el
Estado comienza a preguntarse si habrá formas menos violentas de tratar a las
comunidades otras.
Por regla general, dado el desastroso desconocimiento
general sobre su compleja y sangrante realidad, la comunidad gitana no es
objetivo de este tipo de análisis. Algo así es significativo tratándose del
grupo humano racializado más numeroso y antiguo de Europa. Sin embargo,
determinadas voces europeas comienzan a prestar atención a cómo el denominado Daesh
está ganando apoyo entre la comunidad gitana en los Balcanes, una zona donde anteriormente el fundamentalismo
no tenía ningún éxito. Según un artículo publicado en la web Politico.eu: "Durante los últimos
dos años, Bulgaria ha dedicado una considerable atención y recursos a la
construcción de un muro en la frontera para impedir la entrada de refugiados e
inmigrantes del Medio Oriente. Pero ha estado construyendo muros entre sus propias
comunidades por mucho más tiempo.
Décadas de abandono de
la sociedad y de las instituciones de Bulgaria ha llevado a que muchos romaníes
se sientan marginados, creando un terreno fértil para los fundamentalistas
religiosos, de
acuerdo con los lugareños y expertos en las comunidades romaníes y la
radicalización". Sería peligrosamente ingenuo y manifiestamente miope
atribuir únicamente las razones de esta problemática emergente al poder
magnético del islamismo radical en Occidente. Cuando nos referimos a las comunidades
en las que éste encuentra su mejor caldo de cultivo nos tropezamos una y otra
vez con una realidad insoslayable: la marginalidad identitaria y material
genera violencia material e identitaria.
La discriminación judicial, la segregación escolar, los
linchamientos y manifestaciones racistas contra las gitanas y gitanos forman
parte de la cotidianidad europea
Es necesario recordar,
aun de forma somera, cuál es la realidad del pueblo rom en Europa.
Organizaciones de prestigio como el mencionado European Roma Rigths Center o la
organización Amnistía Internacional, entre tantas otras –entidades poco
sospechosas de servir a los intereses geoestratégicos de la izquierda
radical–, aseguran que la discriminación judicial, la segregación escolar, los
linchamientos y manifestaciones racistas contra las gitanas y gitanos forman
parte de la cotidianidad europea. Así mismo, la discriminación en el ámbito de
la vivienda, de la sanidad y la explotación laboral están, en román paladino, a
la orden del día.La construcción de
muros antigitanos en Eslovaquia y Portugal, entre otros países, ha sido
invisibilizada por los medios de comunicación europeos, salvando las honrosas y
escuetas excepciones, aunque la información está al alcance de la población
mayoritaria. A pesar de que las noticias han tenido poca repercusión,
especialmente en ámbitos relacionados con la izquierda alternativa, periódicos
como El Mundo o El
País han dedicado
varios artículos a las situaciones nombradas.
Una mención especial merecen los numerosos procesos
abiertos en Eslovaquia y República Checa por el Centro de Derechos
Reproductivos Poradna Pre Obcianske a Ludské Práva, en colaboración con la
investigadora Ina Zoon, que demuestran la existencia de al menos 110 casos de esterilización forzosa de mujeres gitanas durante
los últimos años. El maltrato policial y los asesinatos impunes perpetrados en
Bulgaria, Rumanía, Rusia; las acusaciones falsas de rapto de menores en Grecia,
Irlanda; las expulsiones en Serbia y Kosovo, así como la nueva expulsión de los
mismos en Alemania y la criminalización mediática en Suiza y en Suecia,
respaldan las palabras de Amnistía Internacional durante 2014: "Los
Estados europeos no están reduciendo la discriminación, la intimidación y la
violencia contra los gitanos y, en algunos casos, incluso las alimentan".
En este contexto de asedio y marginación estructural, el
Gobierno sueco publicaba en 2014 su Libro blanco, texto en el que reconocía que durante
100 años "marginó y esterilizó al pueblo gitano", tal y como reseñaba El
País. Desarticulando el falso discurso de la situación romántica e
idílica de los gitanos que determinados Estados europeos, entre los que se
encuentra el español, mantienen, la Asociación Europea de Derechos Humanos
(AEDH) sostenía en su informe de 2012 que: "La
situación de los gitanos es dramática, violenta, multiforme y permanente. Existe en todos los países europeos, y
ningún Estado puede decir que trata y protege a esa población mejor que
otro". Un estudio realizado por la Fundación Mario Maya y la Federación
Kamira en el mismo año revelaba la existencia desegregación
escolar en centros de Badajoz, Córdoba, Barcelona y Madrid.
Por otra parte, la
comunidad gitana sigue siendo, según los datos recogidos en el estudio Identificación
policial por perfil étnico en España: informe sobre experiencias y actitudes en
relación con las actuaciones policiales, publicado en octubre de
2013, el grupo social más identificado por su perfil étnico. En la última parte
de El
amor y la ira, cartografía del acoso antigitano, documental
independiente realizado por José Heredia y Manuel Maciá, se ofrecen los relatos
descarnados de las familias vecinas del barrio de Los Palmerales, en Elche,
sobre el hostigamiento policial que sufren,rodeadas
del más irracional de los silencios. No es exagerado advertir que dicha
situación se produce en cientos de barrios a lo largo del Estado a los que
todavía no ha llegado una cámara honesta.
El papel de la izquierda transformadora
¿Para qué enumerar lo
anterior? ¿Para desembocar en la rabia y en el victimismo? Decidimos encabezar
este artículo bajo el título: "El antigitanismo europeo y la izquierda
transformadora". Hemos hablado de antigitanismo, pero no hemos dicho nada
sobre el papel de la izquierda transformadora en los asuntos que nos conciernen. No
es casual: dicha relación es absolutamente inexistente. No se produce relación
alguna más allá de la generada por determinadas personas sensibles que deciden
reaccionar a nivel individual ante lo que está ocurriendo con su propia otredad
cultural en su propia geografía nacional. Por lo general, la agenda tradicional
de la izquierda, sea cual sea la tradición en la que se enmarque, ha elaborado
un discurso antirracista o decolonial –cuando lo ha hecho– que se dirige hacia
realidades lejanas y ajenas a su cotidianidad. Realidades atractivas y exóticas
en países atractivos y exóticos que generan la fascinación necesaria desde el
punto de vista occidental.
El pueblo gitano carece de un discurso sensacional que conecte con
la sensibilidad pequeño burguesa de los jóvenes intelectuales blancos de la
metrópoli
Exceptuando la existencia del valiente movimiento contra
los Centros de Internamientos para Extranjeros y el reciente apoyo masivo a los
refugiados, lo que se produce a nivel de discurso y práctica poco tiene que ver
con los propios problemas relacionados con el racismo y la xenofobia en la vida
de los jóvenes militantes de los movimientos altermundistas. La solidaridad
internacionalista de la izquierda occidental no está interesada en el sufrimiento
humano que produce el antigitanismo. Es entendible. El pueblo gitano carece de
un discurso sensacional que conecte con la sensibilidad pequeño burguesa de los
jóvenes intelectuales blancos de la metrópoli. No hay
pasamontañas, pipas, ni chistes inteligentes que rememorar en la cafetería de
la facultad. No
hay líderes carismáticos, ni guerrillas exóticas a las que acudir para aprender
nuevas formas de enfrentar al capitalismo y de conformar comunidad. Los gitanos
y gitanas, por ahora, no tienen ningún confederalismo democrático con el que
alumbrar la desorientación filosófica de la vieja izquierda europea. Tampoco
tienen un legendario Partido de las Panteras Negras por la Autodefensa o un
Partido de los Indígenas de la República.
Por otra parte, las
organizaciones gitanas y progitanas obvian una y otra vez la importancia de la
naturaleza depredadora del sistema capitalista en la gestión de la diferencia
cultural. Ignoran voluntariamente los mecanismos que el sistema pone en marcha
contra aquellas vidas que no merecen la pena ser vividas bajo los estándares
naturalizados de la acumulación del capital. Sólo tienen en cuenta un supuesto
sistema de dominación étnico autónomo, desconectado de la realidad en la que se
gesta y por la que está irremediablemente atravesado. Descolonizar
es internacionalizar una causa; sacarla de su propio ombligo y
colocarla en el centro de la mesa, junto a las demás causas.
Es importante advertir
que no estamos atacando la existencia de mecanismos de solidaridad horizontal y
apoyo a causas que defienden la vida y organización de comunidades étnicas
asediadas como la maya, la kurda, la palestina o la saharahui, entre otras.
Creemos en la necesidad de dichos movimientos y los apoyamos con admiración. Lo
que estamos señalando, a través de un manifiesto sarcasmo producto de la
impotencia, es que es sintomáticamente negativo que esos cientos de jóvenes
europeos no se formen ni involucren solidariamente con lo que le está
ocurriendo a sus propias minorías en su propia casa. Mantenemos que hay razones
para afirmar que hay tras todo ello una actitud y una
mirada profundamente deshonesta y naíf que
escapa a su materialidad, a su historia y a sus propias condiciones sociales.
Es hora, sin abandonar lo otros frentes, de comenzar a
intentar involucrarse en este espacio virgen que ha sido cooptado astutamente
durante décadas por los partidos mayoritarios. Un espacio profundamente
cortocircuitado que, sin embargo, ofrece un amplio abanico de posibilidades
para alumbrar la emergencia de nuevas respuestas al inhumano orden imperante.
Tarde o temprano, la realidad del antigitanismo explotará en la cara
de Europa. No
hay duda, todo el sufrimiento y la marginación producidos salpicarán la vida
entera de Europa de una manera que ni siquiera podemos imaginar. Tal y como
reseñábamos al principio, el fundamentalismo comienza a encontrar eco en las
comunidades gitanas de los Balcanes. Podemos estar seguros y seguras de que las
cosas irán a peor, de que padeceremos las consecuencias de nuestro abandono y
de nuestro desprecio. Todavía estamos a tiempo. Las vidas gitanas importan.
Helios F. Garcés, Redactor de la ‘Guía de recursos contra
el antigitanismo’
Fuente original: diagonalperiodico.net, 16
de enero de 2016