Este artículo critica la incoherencia que la
dirección del PSOE muestra en su prohibición de que se establezcan los grupos
parlamentarios de los partidos En Comú Podem, Compromís-Podemos y En Marea,
incoherencia que aparece clara tanto en cuanto a su propia historia (donde en
el pasado reconoció a otros grupos) como en la aprobación de grupos
parlamentarios para Democràcia i Llibertat y para Esquerra Republicana.
Como he escrito en
anteriores ocasiones (ver “El enorme coste del olvido histórico”, Público, 07.01.16),
el abandono del proyecto de recuperar la memoria histórica y corregir la
percepción de nuestro pasado, claramente tergiversado por la dictadura y por el
régimen democrático postfranquista que le siguió (que promovieron una versión
favorable a las fuerzas conservadoras que dominaron tanto la dictadura como la
transición), ha facilitado que no se conozca lo ocurrido en este país,
dificultando enormemente la comprensión del presente. La discusión actual sobre
la oposición del PSOE al establecimiento de los cuatro grupos parlamentarios
relacionados con Podemos es un ejemplo de ello.
Veamos, primero, la historia desconocida
(ignorada u ocultada) del PSOE. Tal partido había aceptado la plurinacionalidad
de España, luchando contra la dictadura, con el objetivo, entre otros, de
establecer un Estado democrático que así lo reconociera. Y así consta en los
documentos del Congreso de Suresnes, en Francia, en los que está escrito que
“la definitiva solución del problema de las nacionalidades y regiones que
integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del
derecho de autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que
cada nacionalidad y región pueda determinar libremente las relaciones que va a
mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español”
(Resolución sobre nacionalidades y regiones). Y más tarde, en el 27 Congreso
del PSOE en diciembre de 1976, se aprobó que “el Partido Socialista propugnará
el ejercicio libre del derecho a la autodeterminación por la totalidad de las
nacionalidades y regionalidades que compondrán en pie de igualdad el Estado
federal que preconizamos… La Constitución garantizará el derecho de
autodeterminación”, manteniendo que “el análisis histórico nos dice que en la
actual coyuntura la lucha por la liberación de las nacionalidades… no es
opuesta, sino complementaria con el internacionalismo de la clase trabajadora”.
Es difícil escribirlo de una manera más clara. Se reconoce en estos documentos
el derecho de autodeterminación, que es el derecho a decidir sobre la
articulación deseada por parte de las naciones y regiones con el Estado,
incluyendo como una alternativa, entre otras, la separación. La reclamación del
derecho a decidir no es, como constantemente y maliciosamente se presenta,
homologable a la demanda de independencia, pues hay otras alternativas, además de
la separación, que la población pueda desear. El caso más claro es el que
existe en Catalunya hoy, donde la gran mayoría de catalanes desean ejercer el
derecho a decidir, sin que ello implique que esta mayoría quiera separarse de
España (el 48% sí que lo desea, pero el 52% ha votado a partidos no
separatistas en las últimas elecciones autonómicas catalanas). Lo que hay
detrás del derecho a decidir es el deseo de que se respete la capacidad de
decisión del pueblo catalán. En otras palabras, la mayoría de los catalanes son
soberanistas, pero no independentistas.
¿Por qué el PSOE abandonó la visión
plurinacional?
Como he subrayado en otro artículo (ver mi
artículo “Qué hay detrás de la defensa de la ‘unidad de España’”, Público,
30.12.15), la razón de que el PSOE abandonara tal compromiso fue ni más ni
menos que una imposición del Ejército y del Monarca durante la Transición,
forzando a que se aceptara la visión característica del nacionalismo
conservador español, heredero de un nacionalismo imperialista borbónico, que
concebía un Estado uninacional y radial basado en la capital del Reino, y que
negaba la existencia de otras naciones en España. El sistema de transporte
radial en España refleja, incluso hoy, la visión de este nacionalismo, el único
nacionalismo que hoy no se define a sí mismo como nacionalismo (a pesar de que
los conservadores que promueven esta visión de España son herederos de los
golpistas que la impusieron militarmente, definiéndose a sí mismos como los
nacionales).
El PSOE aceptó al principio del periodo
democrático la existencia de grupos parlamentarios, incluso dentro de su seno
Ahora bien, a pesar de que el PSOE abandonó el
compromiso de establecer una España en la que las distintas naciones estuvieran
unidas voluntariamente y no por la fuerza, el PSOE mantuvo un cierto
reconocimiento de esta plurinacionalidad, cuando aprobó la existencia de un
Partido Socialista de Catalunya, el PSC (resultado este de una coalición amplia
de partidos políticos catalanes), y de un Partido Socialista Vasco (que reunió
a los socialistas vascos y navarros), cada uno de los cuales tuvieron un grupo
parlamentario propio, que perdieron más tarde, resultado de la presión
realizada por el Monarca y por el Ejército. Tal como ha señalado Enric Juliana
en su artículo reciente en La Vanguardia (“Cuando el PSOE tenía tres grupos”,
15.01.16), la reforma parlamentaria que prohibía la existencia de tales grupos
fue aprobada el 13 de abril de 1981, solo tres meses más tarde de que ocurriera
el intento del golpe militar el 23 de febrero del mismo año (la aprobación
definitiva por las Cortes fue reafirmada en febrero de 1982). De nuevo se ha
olvidado, ignorado u ocultado un hecho histórico de capital importancia. Tal
intento de golpe militar (que contó con una amplia simpatía en el Ejército)
tuvo un enorme impacto negativo en la vida política del país, atemorizando a
las instituciones políticas, alertándolas del gran poder que continuaban
teniendo las Fuerzas Armadas, que no querían que apareciera ninguna indicación
de la plurinacionalidad del Estado. Hay también que recordar que en la primera
reunión después del intento del golpe militar que tuvo el Rey con los
dirigentes de la mayoría de partidos políticos (con la exclusión de los
partidos nacionalistas periféricos) de las Cortes Españolas, este enfatizó la
necesidad de remarcar la uninacionalidad de España. Una vez más, el Ejército y
el Monarca impusieron la uninacionalidad de España.
Y el PSOE, una vez más, se acomodó fácilmente
a esta imposición, abandonando lo poco de plurinacional que había conservado.
Ni que decir tiene que el aparato central de este partido también se benefició
de dicha medida, pues aumentaba su poder sobre las periferias. El PSC se
convirtió así en la rama catalana del PSOE, origen de su enorme declive electoral
en Catalunya. Las políticas económicas y sociales del PSC pasaron a ser meras
correas de transmisión del PSOE. El PSC, que históricamente había estado más a
la izquierda que el PSOE, pasó a llevar a cabo las políticas menos
transformadoras del PSOE, siendo su respuesta a la crisis económica una mera
copia de la respuesta del gobierno Zapatero. De ahí que los dos partidos, PSC y
PSOE, cayeran electoralmente en picado. Es más, la transformación del PSC en
rama del PSOE permitió a los nacionalistas catalanes, hegemonizados por las
derechas (CDC y UDC), presentarse en las Cortes Españolas como los únicos
defensores de Catalunya frente al Estado español.
La repetición de la historia
Hoy estamos viendo una situación parecida. El
PSOE, que continúa oponiéndose a que el PSC tenga su propio grupo
parlamentario, también se opone a que las coaliciones de partidos de izquierda
que se han ido formando en distintas partes de España, surgiendo, la mayoría,
de lo que tendenciosamente se considera “la periferia”, tengan sus propios
grupos parlamentarios, alegando incorrectamente y maliciosamente que son meras
ramas de un mismo partido, situación negada por los dirigentes de Podemos,
conocidos por su claro compromiso con la plurinacionalidad de España, y que han
liderado, a nivel del Estado, esta recuperación de la otra visión de España, la
España poliédrica, plurinacional, profundamente democrática, en la que los
distintos pueblos y naciones estén unidos por consenso y no por la fuerza.
Y para mayor inri, el PSOE se ha aliado con la
derecha nacionalista españolista (PP y Ciudadanos) negándose a que En Comú
Podem, Compromís-Podemos y En Marea tengan su propio grupo parlamentario. Esta
negación ha sido un enorme error y torpeza, pues el mismo PSOE que ha
facilitado (en teoría, por mero compromiso democrático) el establecimiento de
los grupos parlamentarios a dos partidos secesionistas catalanes (DiLl y ERC),
permitiéndoles que tengan voz propia en el Senado (medida que considero
positiva), ha prohibido a la vez que las izquierdas no separatistas de estas
naciones y pueblos puedan tenerla en las Cortes. Este favoritismo a favor de
los partidos independentistas y en contra de los partidos soberanistas
(portadores de otra visión de España) solo puede explicarse por el estancamiento
del PSOE en su visión uninacional, que prefiere que el debate de las Cortes se
centre en la independencia de Catalunya que en la redefinición de España.
Facilitar que los secesionistas catalanes sean los que se presenten como la
única voz de Catalunya es un enorme favor que se les está haciendo, negándoles,
a la vez, la voz a los catalanes soberanistas no secesionistas en las Cortes
Españolas. ¿Es que no se dan cuenta de su incoherencia? En realidad, es difícil
pensar que ello se deba a mera torpeza. Parece más ser una medida calculada
para que el PSOE se presente como el defensor de España (la España uninacional)
frente a los secesionistas, lo que, como el PP y Ciudadanos han mostrado, es
sumamente rentable electoralmente en el resto de España. Si el debate se
centrara, en cambio, sobre cuál es la España o la Catalunya que se desea, se
vería entonces que el PSOE está al lado de la España y de la Catalunya que de
una manera creciente la población está rechazando. De ahí que prefieran
centrarse en el primer tema, dificultando el muy necesario debate sobre el
segundo.
Observaciones sobre el programa “El Objetivo”
de este domingo
Escribí este artículo el domingo por la
mañana. Por la noche vi el programa El Objetivo de La Sexta sobre el debate
generado en la vida política del país como consecuencia de la negativa de la
Mesa de las Cortes a establecer los grupos parlamentarios de En Comú Podem,
Compromís-Podemos y En Marea, debate que por desgracia era previsible. Como
ocurre frecuentemente en este programa, la explicación de la realidad fue
insuficiente, presentada dentro de una discusión (definida como un debate) en
la que las más mínimas normas democráticas no se respetaron. Como ocurre en
todos los mal llamados debates en los grandes medios televisivos y radiofónicos,
los participantes de los partidos conservadores, liberales y socioliberales
(representantes del PP, Ciudadanos y PSOE) constantemente interrumpían,
insultaban y no permitían presentar sus posturas a los representantes de
izquierdas (Podemos y ERC), puestos siempre en una situación defensiva. Este
estilo, que alcanza en La Sexta Noche dimensiones auténticamente ofensivas, es
profundamente antidemocrático. Es el indicador de la escasísima cultura
democrática del establishment político-mediático español. Comparen tales
“debates” con los que aparecen en la BBC en el Reino Unido, o en la PBS en
EEUU, y verán. En realidad, ni en la Fox en EEUU se alcanzan estos niveles de
mala educación y grosería.
Pero este no es el motivo de mi observación.
El que sí lo es, es que el programa hizo una buena labor mostrando la mentira
(o más probable, la ignorancia) del Sr. Pedro Sánchez, al indicar que el PSOE
había ofrecido voluntariamente la desaparición del Grupo Parlamentario del PSC
y el del Partido Socialista Vasco a fin de facilitar la gobernabilidad de
España. El programa mostró que, en realidad, el PSOE se había opuesto vivamente
a este cambio. Ahora bien, esta información era profundamente incompleta, pues
ignoraba (u ocultaba), a su vez, que la razón más importante de que
desaparecieran estos grupos fue el fallido golpe militar y la presión que
realizó, forzando tales cambios como he señalado en este artículo. Este dato
fue ocultado, lo cual es práctica común en los medios de información y
persuasión de este país.
Vincenç Navarro, 19 de enero de 2016
Fuente original: http://www.vnavarro.org/?p=13004