MEGAFÓN
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
El derrumbe del bastión soviético y la domesticación del
comunismo chino, más la caída de las socialdemocracias en la
indiferenciación política del neoliberalismo,y el adormecimiento
del movimiento obrero y los sindicatos, fueron creando en el
capital global la convicción de que la regulación estatal era simplemente
un costo más que debía y podía ser minimizado.
La amenaza de presuntas rebeliones sociales contra un
orden crecientemente desigual, y que abandonaba presuroso la
consigna de la “igualdad de oportunidades”, se hizo más inverosímil
a medida que se profundizaban las reformas neoliberales
en todo el planeta. Era el propio orden neoliberal el que disolvía
colectivos, identidades, e imaginarios al compás de una gigantesca
transferencia de poder de los entes representativos de lo
público, a las grandes empresas.
LA LIBERTAD PARA EL CAPITAL: LIBERARSE DE LOS IMPUESTOS
¿Hasta dónde llevar la rebelión fiscal contra el estado? En realidad,
una vez que se ha conquistado el poder estatal, se ha colonizado
la academia y el mundo de las “ciencias económicas”, se
han sintonizado los medios de comunicación con la sensibilidad
individualista y se ha minimizado todo discurso contestatario, la
rebelión fiscal contra el estado no tiene límite alguno.
En un principio, la rebelión fiscal consistió en una prédica
sistemática –en todo el planeta- contra el “gigantismo estatal”, su
gasto “ineficiente e improductivo”, sus transferencias que inducían
“decisiones erróneas en los mercados”, lo que condujo a políticas
de eliminación de impuestos al capital (siempre “distorsivos”), para
impulsar la oferta mediante el estímulo de elevadas ganancias.
Luego, una vez encarada esa batalla país por país, se impuso
la idea de hacer competir los estados para “seducir” al capital,
GUARIDAS FISCALES: LA ILUSIÓN DE UN
CAPITALISMO LIBERADO DE LA SOCIEDAD
Ricardo Aronskind*
NÚMERO 5/1 | ABRIL DE 2016
* Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Universidad
Nacional de Buenos aires (UBA)
REBELIÓN DEL CAPITAL
Hace ya unas décadas, se inició una rebelión del capital contra el
keynesianismo. El conjunto de políticas keynesianas fue muy adecuado
para sacar a la economía capitalista del desastre en que la
había sumergido la crisis de los años 30 y la segunda guerra mundial.
Además, había proporcionado un instrumental de política
económica apto para la disputa ideológica contra el comunismo.
Un cuarto de siglo después de la caída de Berlín y Tokio,
la economía capitalista había sido restaurada, y el temora que el
comunismo se devorara Eurasia había sido superado. El malestar
contra el keynesianismo en el mundo empresario creció, debido
a la acotada tasa de beneficio producto de los elevados salarios e
impuestos que implicaba el modelo del estado de bienestar.
Progresivamente la lucha contra todo lo que representaba
el keynesianismo se fue acentuando: la deslegitimación
del objetivo del pleno empleo, de los amplios planes de asistencia
social, de las regulaciones de los mercados por parte
del estado, de las economías protegidas de las crisis por estrictas
políticas anticíclicas, de los Bancos Centrales actuando
subordinados a las políticas fiscales keynesianas, de los sindicatos
fuertes, del proteccionismo.
El proceso paulatino de “liberación” del capital de las “ataduras”
que le ponían límites y condiciones para garantizar su propia
viabilidad económica y social de largo plazo continuó con creciente
fuerza en las décadas del ´80 y el ´90. El movimiento de la revolución
conservadora ganó masa crítica intelectual, política y cultural.
La batalla
de las ideas
N* 5/1 | Abril 2016
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales | CLACSO
ofertando rebajas impositivas como forma de atraer las “inversiones
extranjeras”, que como su nombre lo indica, siempre “están en
otro lado”. La simpática palabra “apertura” enmascaró acomodar
la estructura institucional de las naciones a las necesidades y reglas
propicias para que el capital multinacional y las grandes finanzas
pudieran potenciar plenamente sus movimientos, mientras que el
trabajo era mantenido “anclado” en los espacios nacionales, cuyas
fronteras eran ahora perforadas sólo por las empresas.
La descoordinación de los estados frente a este nuevo orden
de libertad de movimientos del capital, completó el esquema
necesario para reforzar el poder privado frente a las instituciones
que representaban lo público y lo territorial.
Con el expediente de las aperturas económicas y financieras,
se obligó a todos los países a soportar el chantaje del capital
global, reduciendo los impactos de los impuestos, accediendo a
desmantelar condiciones laborales, ecológicas o sanitarias. Todos
los estados fueron -y siguen siendo-, chantajeados para bajar todo
tipo de costos para capturar las ansiadas “inversiones globales”.
Las mutaciones tecnológicas, fuertemente ahorradoras de mano
de obra, crearon una suerte de sequía global de puestos de trabajo,
lo que incrementó estructuralmente la presión interna a favor
de políticas de “atracción del capital”.
A pesar de tantos logros para el mundo empresario, como
antes señalamos, no hay límites para la rebelión fiscal.
LAS GUARIDAS SE TRANSFORMAN EN PARAÍSOS
Dentro de ese proceso de autonomización del capital en relación
a las sociedades y los estados se observó desde los años ´70, en
forma creciente, la constitución de un conjunto de centros financieros
puestos afuera del control formal de los estados. Algunos,
incluso, dentro de los principales estados del mundo. Si bien en
español se los conoce como “paraísos fiscales” –expresión que
contribuye a darles un aire favorable, en sintonía con la perspectiva
conceptual de los dueños de los capitales que allí se radican-, la
traducción correcta es la de guaridas fiscales. El “error” de traducción
no es menor. Paraísos refleja la mirada del capital. Guaridas
refleja la mirada de los estados, e indirectamente de la sociedad.
La aparición de éstas guaridas en forma masiva constituyó
una novedad relevante para el funcionamiento del capitalismo
global. Se trataba de una innovación financiera impresionante:
a pesar de que la superficie del planeta está íntegramente
cubierta por estados, de los cuales los más poderosos están en
condiciones de borrar de la faz de la tierra a otras naciones, fueron
apareciendo pequeñas perforaciones territoriales en las cuales
no rigen las regulaciones normales en materia impositiva.
Territorios irrelevantes desde el punto de vista político, con
escasa población y sin fuerzas armadas en muchos casos, sustraídos
de las exigencias y condiciones fiscales derivadas del principio de
soberanía de los estados. Territorios en los cuales no se expresa institucionalmente
la necesidad de los estados de contar con recursos
básicos para poder gestionar civilizadamente las sociedades. Básicamente
se trataba de pequeños espacios, islas en algunos casos, a las
cuales se podían enviar fondos sin ningún tipo de preguntas por parte
de las “autoridades” locales, y sin registros públicos de quienes son
los propietarios de esos fondos. La operatoria en esas guaridas –más
de 80 en la actualidad- es sumamente sencilla y barata, y permite
sustraer recursos de la mirada de los estados normales en dónde esos
recursos son producidos y desplazarlos hacia negocios en los que no
haya que “compartir” con la sociedad las ganancias obtenidas.
Este entramado de decenas de guaridas fiscales, esparcido
por casi todo el planeta, se constituyó progresivamente en la
meta de masas enormes de fondos de los más diversos orígenes:
fondos de numerosas empresas multinacionales, dinero ilegal
proveniente de la venta de armas, drogas y tráfico de personas y
de órganos, sumas enormes de dictadores de todo el planeta que
han vaciado las arcas de sus respectivos estados, dinero fugado
por millonarios de todo el mundo, y enormes masas de dólares
enviados por las burguesías latinoamericanas.
LA CONSTRUCCIÓN DEL SUBDESARROLLO LATINOAMERICANO
No es este el espacio para responder a la pregunta sobre el porqué
del comportamiento evasor de las clases altas de toda Latinoamérica.
Pero el hecho objetivo es que el dinero colocado en el exterior
desde los principales países de América Latina supera largamente
el billón de dólares. Una suma enorme, que contradice la idea de
un continente pobre o condenado al atraso por falta de recursos.
Esa gigantesca masa de fondos fue extraída ilegalmente
en su mayor parte de las economías nacionales latinoamericanas,
con lo que se privó a los respectivos estados nacionales de
cobrar tributos y contar con recursos para promover la actividad
económica y el progreso social. Es decir, se ha debilitado sistemáticamente
a los fiscos, al tiempo que se acusaba a los estados
de inoperancia y falta de capacidad de gestión.
Pero también se le negóa nuestros países en forma sistemática
la posibilidad de contar con abundante financiamiento para el
desarrollo de la producción y de los mercados internos, por lo que
pasaron a depender de la “ayuda” internacional y estar condicionados
por los organismos de crédito internacionales, cuando podrían
sostener con fondos propios la expansión de su aparato productivo.
El lugar periférico y frágil que ocupa nuestra región en
el sistema mundial tiene en el oculto tema de la fuga masiva
de capitales a las guaridas fiscales un punto explicativo relevante.
Paradójicamente, los fondos enviados a las guaridas fiscales,
financian las operaciones de otros actores de la economía
global, fortaleciendo el poder de los centros sobre la periferia.
Tristemente, parte de los recursos fugados, son posteriormente
prestados a nuestros países como “ayuda”. Dada la debilidad financiera
provocada por la fuga, nuestros países deben soportar
bajas calificaciones de las “calificadoras internacionales” y por
lo tanto pagar elevados intereses por los préstamos que reciben.
LAS MAYORES POTENCIAS NO PUEDEN CON LAS GUARIDAS FISCALES
Al calor de la gravísima crisis financiera internacional de 2008,
se reunió en aquellos agitados meses el G-20, en un clima sombrío.
Las principales potencias del mundo, acompañadas por varios
países importantes de ingresos medios, inventariaron una
serie de “males” financieros que aquejaban al funcionamiento de
los desregulados mercados de fondos a nivel global.
Entre las causas de los desequilibrios globales, apareció
el tema de las guaridas fiscales. Se sostuvo que la situación no
podía seguir así. Era claro que en ese momento de severa incertidumbre,
con los estados sosteniendo con el erario las entidades
financieras en estado de quiebra y tratando de contener un derrumbe
generalizado, la existencia de guaridas donde los grandes
capitales sustraen dinero que podía aliviar las desesperadas arcas
públicas, se volvía inaceptable.
Una vez que se tomó la decisión de avanzar sobre estos
espacios de ilegalidad, los pasos sucesivos empezaron a dilatarse,
la voluntad de terminar con las guaridas se fue diluyendo,
el tema salió de los titulares de la prensa “seria” y las medidas
establecidas perdieron contundencia hasta llegar a la actual situación
de parálisis en esa reforma.
No puede hacerse de este hecho otra interpretación que
la siguiente: la voluntad del capital global de no aportar a las tareas
comunes que la sociedad moderna requiere del estado, se ha
impuesto sobre los ocasionales “líderes” del mundo, y sobre el
sistema político en general.
No hace falta demostrar que una guarida fiscal puede ser eliminada
en 5 minutos, tanto físicamente como electrónicamente por
cualquier potencia relevante, esté o no esté instalada en su territorio.
La parsimonia mostrada, que terminó derivando en el inmovilismo,
nos da una pésima señal sobre las características de los poderes actuantes
en el plano internacional y la subordinación de las actuales
dirigencias políticas a las demandas no ya del capital legal, sino de
aquella creciente fracción del capital que no acepta tributar.
Sin embargo, se está observando una creciente sensibilidad
pública en relación al tema. Muchas penurias sociales podrían ser
evitadas con la eliminación de las guaridas. Muchos problemas
“endémicos” podrían dejar de serlo. Claro que este movimiento en
contra de las guaridas implicaría una profunda toma de conciencia
democrática global, y la capacidad de enfrentar en forma solidaria
una “vaca sagrada” del neoliberalismo imperante en las últimas décadas:
que la tasa de beneficio del capital no puede ser recortada.
Efectivamente, la eliminación de las guaridas fiscales representará
un notable paso redistributivo de recursos desde el
capital –en sus diversas encarnaciones- hacia las múltiples necesidades
que hoy están pendientes de resolución en nuestras
sociedades. Eliminar las guaridas fiscales tendría entonces un
profundo significado redistributivo en lo económico y democrático
en lo político. Precisamente los valores que la “libertad del
capital” se ha ocupado de degradar, consecuentemente