Ya nadie duda que estamos en la segunda transición
política. Y pocos discuten que está agotada la Constitución del 78, que
certificó el paso sin rupturas desde la dictadura franquista a una democracia
política, de muy baja intensidad pero suficiente para incorporar al Estado español
al entonces Mercado Común Europeo y a la OTAN, que es lo que interesaba a los
poderes financieros y económicos. A lo que contribuyeron activamente los
partidos considerados de izquierda y los sindicatos mayoritarios, convertidos
desde entonces en pilares del sistema.
El
régimen del 78 está sumido hoy en una crisis múltiple: del bipartidismo
dinástico de la alternancia, con su secuela de clientelismos, corrupciones y
puertas giratorias, del “estado de bienestar” por los enormes recortes en los
servicios básicos fruto de la sumisión del sistema político a las instituciones
financieras, del modelo social por las escandalosas cifras de desempleo,
empobrecimiento y exclusión, y del modelo territorial que supuso el llamado
estado de las autonomías porque ha quedado obsoleto. La abdicación del propio
rey, siendo la monarquía piedra angular del sistema, para intentar evitar el
hundimiento descontrolado de este, y el rapidísimo protagonismo de los dos
partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, son hechos significativos que
certifican que vivimos una segunda transición. En gran medida, el resultado de
las elecciones del 20D y las decisiones que tomen tras estas los actualmente
cuatro principales partidos –los dos del ya viejo sistema y los dos nuevos- van
a condicionar fuertemente el nuevo sistema político.
En esta encrucijada, la debilidad de Andalucía es
evidente. Tras romper el diseño de la Constitución del 78, que sólo reconocía
como nacionalidades a Cataluña, País Vasco y Galicia –porque habían
plebiscitado sus autonomías en la Segunda República-, Andalucía consiguió
incorporarse, contra viento y marea, a la “primera división autonómica” tras
las masivas manifestaciones del 4 de Diciembre del 77 y el referéndum del 28 de
Febrero del 80. Una conquista histórica que no ha tenido apenas traducción
práctica porque lo han impedido las propias limitaciones competenciales y el
régimen monopartidista que, de hecho, se instauró aquí –el PSOE ha construido
un régimen inspirado en el del PRI mexicano- y no ha servido para avanzar ni un
milímetro en las diferencias con respecto a las medias españolas y europeas en
ninguna dimensión. La dependencia económica incluso se ha agudizado, las
desigualdades internas y con respecto a otros pueblos del Estado se han
agrandado, nuestra cultura sigue siendo degradada (Canal Sur TV refleja
perfectamente la “política cultural” de este régimen) y políticamente no
pintamos nada salvo cuando se trata de los intereses del partido dominante.
Ciertamente, no existe hoy, como sería necesario, un movimiento
político andaluz con suficiente fuerza para condicionar de forma decisiva a los
protagonistas de esta segunda transición, ni el pueblo andaluz tiene, en
general, conciencia de lo que estamos jugándonos ya que durante más de tres
décadas ha sido cloroformizado eficazmente para que no la tenga. Pero lo que sí
podemos es presionar por todos los medios a nuestro alcance para que, sea en el
proceso constituyente que debería abrirse o sea en la reforma constitucional a
la que muchos quieren reducir este, se parta de que en el Estado español
existen cuatro pueblos-naciones –o nacionalidades según la actual Constitución-
que en el siglo XX han conquistado legalmente esa identidad política, además de
poseer una indudable identidad histórica y cultural. Y que uno de esos cuatro,
todos ellos al mismo nivel y con los mismos derechos, es Andalucía. Luego, en
un nivel jurídico-constitucional inferior, al menos en el punto de partida,
estarían todos los demás pueblos y regiones, que deberían emprender su propio camino
si aspiraran un día a homologarse a aquellos.
Hasta ahora, ningún partido estatal –por razones obvias
quienes practican el nacionalismo españolista, tanto de derecha como de
“izquierda”, y por ignorancia o ceguera política los que sí aceptan la plurinacionalidad
del Estado- ha reconocido en sus programas esta realidad. Si alguno afirmara
hacerlo, Andalucía tendría que figurar en su propuesta de organización
territorial del Estado como uno de los cuatro pueblos-naciones con plenitud de
derechos. Porque así lo conquistó en la primera transición, tras las
manifestaciones del 4 de Diciembre en las urnas el 28 de Febrero. Si no lo
hicieran y nos pidieran el voto, estarían tomándonos el pelo y tratando, como
los otros, de borrar nuestra reciente y más fecunda historia.
Isidoro Moreno, Catedrático Emérito de Antropología (Universidad de Sevilla). Miembro de Asamblea de Andalucía
Fuente original: Diarios
andaluces del Grupo Joly, 10 de noviembre de 2015.