La victoria de los nacionalistas corsos en
las elecciones regionales de los pasados 6 y 13 de diciembre ha puesto en
alerta a la clase política francesa, que llama al presidente,
François
Hollande, a no permitir una posible deriva independentista. Por primera vez
desde la creación de la Asamblea corsa en 1982, los nacionalistas, coaligados
con independentistas y autonomistas en Per a Corsica (PaC), se alzaron con la
región con 24 escaños, frente a los 12 de izquierdas y 11 de la derecha
tradicional.
"A partir de hoy comienza otra
historia y vamos a escribirla juntos. (...) El pueblo corso existe y será
reconocido", dijo el nuevo presidente, Gilles Simeoni (a la izquierda en
foto adjunta), durante su discurso de investidura que pronunció en corso la
pasada semana. Su victoria quedó eclipsada en un primer momento por el avance
del Frente Nacional, que aunque no consiguió colocar a ninguno de sus
candidatos al frente de un Ejecutivo regional, logró un récord histórico de
votos, con 6,8 millones de sufragios.
Pero la alocución de Simeoni en corso y
sus alegaciones, en las que aseguró que Córcega "se beneficiará de un
estatuto que le confiera poder legislativo, algo que se impondrá de manera
natural como una evolución política e institucional ineluctable, también a
nivel europeo", ha reabierto viejas heridas.
En corso se expresó también el presidente
de la Asamblea, Jean-Guy Talamoni (a la derecha en la foto adjunta), lo que no
tardó en provocar reacciones tanto dentro del Ejecutivo como a derecha e
izquierda. "Soy bastante tolerante, a condición de que las reglas de la
República se respeten. (...) Otro tema sería que un día aquellos que se
expresan en corso quisieran cuestionar la República, o cuestionar dentro de la
República lo que es Córcega", señaló hoy en la cadena "BFM TV"
el portavoz gubernamental, Stéphane Le Foll.
El primer ministro, Manuel Valls, mostró
esta semana a Simeoni su disposición a "contribuir al desarrollo económico
de la isla" a través del programa de inversiones ya anunciado, pero le
recordó que el Ejecutivo mantiene su intención de que "Córcega se mantenga
en la nación" con un "reconocimiento de su especificidad".
En esa conversación telefónica, en la que
acordaron "proseguir un diálogo sereno, constructivo y calmado",
Valls no entró en dos de las grandes reivindicaciones nacionalistas: el
reconocimiento del corso como lengua oficial o la amnistía de los que ellos
consideran "prisioneros políticos".
Menos dialogantes se han mostrado
representantes de otros partidos, que llaman al Ejecutivo a controlar esas
aspiraciones. "El discurso en una lengua que no es la de la República, la
referencia a los presos políticos, de los que Valls ha recordado que no existen
más que en la imaginación de los nacionalistas, y los insultos a la historia de
nuestro país merecen (...) una reacción clara sobre la unidad de la
nación", dijo el exprimer ministro François Fillon.
El número dos del ultraderechista Frente
Nacional (FN), Florian Philippot, pidió además a Hollande que anuncie "el
fin del recreo", ante actuaciones que ve contrarias a la República. El
discurso de Talamoni, subrayó, "fue un acto antinacional, porque no solo
tomó la palabra en corso en una institución de la República, sino que también
dijo cosas gravísimas". A las críticas se ha unido el fundador del Partido
de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que aseguró sentirse "un poco
ofendido" cuando el presidente de una asamblea francesa no habla un idioma
que él entienda.
El debate tomará un nuevo impulso en la
reunión prevista entre Valls y Simeoni, así como cuando Hollande reciba en el
Elíseo al conjunto de presidentes regionales elegidos en los comicios de este
mes.
Fuente: La otra Andalucía, Diciembre de 2015